Los actos de celebración del 212 aniversario de la Revolución de Chuquisaca, que se realizan entre ayer y hoy, revelaron preocupantes síntomas de lo que debemos esperar de nuestros gobernantes para un compromiso mayor, como el que debería celebrarse en 2025: el bicentenario de Bolivia.
Si de algo se debe acusar a las autoridades, sean estas nacionales o regionales, es de falta de coordinación. El Órgano Legislativo no sesionó en Sucre, como correspondía por la importancia de la fecha, y eso dio lugar a acusaciones por parte de la oposición y justificativos del oficialismo. A la hora de la evaluación, es obvio que ambos bandos simplemente estaban cumpliendo su función natural y eso no cabe ante la importancia de una fecha como la del 25 de Mayo.
Muchos políticos —no solo de Bolivia sino de otros países también— no entienden que no se debe mezclar los intereses partidarios con el civismo. Las fechas importantes se tienen que celebrar sin excusas y, al hacerlo, corresponde no solo recordar el pasado, sino reflexionar en torno a sus efectos, tanto en el presente como en el futuro.
Las diferencias políticas ya le restaron brillo a las conmemoraciones de otros países, también vinculadas a sus respectivos bicentenarios. En Argentina, por ejemplo, las autoridades nacionales no asistieron a los actos programados por las de Buenos Aires en conmemoración al 25 de Mayo de 2010. Las diferencias se advirtieron también en la asistencia de los mandatarios invitados: acudieron los que eran ideológicamente afines.
¿Qué corresponde en fechas como esta? Por una parte, reflexionar sobre su significado y, por otra, estudiar sus antecedentes, causas y consecuencias con el fin de tener mejores argumentos para exponerlos frente a los estudiantes, a las futuras generaciones. Porque, pensándolo bien: ¿cuánto sabemos sobre los hechos históricos que determinaron el país que ahora somos? ¿Es suficiente repetir lo que se ha escrito y publicado? ¿Alcanzar un libro de Historia es la solución?
Sería interesante, tal vez, aprovechar la sesión de honor de este martes para preguntar(nos) cuánto sabemos sobre los hechos del 25 de Mayo de 1809. ¿Quiénes fueron los protagonistas? ¿Cuántos estamos en condiciones de decir cuántos eran los hermanos Zudáñez? O ¿quién era el presidente de la Audiencia aquella fecha? Estas preguntas deberían ser de respuesta obligatoria, sobre todo, para nuestras autoridades nacionales, no solamente las que representan a Chuquisaca.
Lejos de los poco amigables círculos de la política, una consulta incluso para los historiadores, ¿qué ocurrió con Jaime Zudáñez luego de los sucesos de 180? ¿Por qué él no aparece en hechos posteriores, como las sesiones de la Asamblea Deliberante, que se realizaron en Sucre y terminaron fundando Bolivia? Por último, ¿se sabe que se manejó su nombre para presidente del nuevo país?, ¿por qué hubo tal propuesta?
Más allá de las lecciones de historia que bien podrían servir a muchos, en general, sobre todo para estas fiestas, siempre se extraña una mayor civilidad entre las autoridades que visten distintos colores políticos de manera coyuntural.
Este año no habrá desfiles en Sucre por la pandemia del coronavirus, aunque se anuncia una marcha de protesta, como ya ha ocurrido otros años.
Ojalá que esta región del sur del país obtenga algún día las reivindicaciones que se merece y no de ahora, sino desde hace mucho tiempo, por una simple cuestión de revisión histórica.
Que se tenga un mínimo de respeto a Chuquisaca, en honor a los héroes de la patria que lucharon por ideales necesarios en toda sociedad de bien; en definitiva, que se rindan como se debe los homenajes al lugar donde se encendió la mecha de la libertad y que luego sirvió de ejemplo en el camino de la independencia del resto de los países de América Latina.