Bolivia está atravesando una tercera ola que, como habían advertido los médicos, es más virulenta que la primera. Hay dos detalles que hacen la diferencia entre una y otra: el confinamiento y los contagios a personas jóvenes.
La primera ola encontró desprevenido al país. Se confirmó dolorosamente que la salud había sido desatendida a tal punto que, en pocos días, los escasos centros habilitados para asistir a los infectados reportaron colapso.
Las cifras, estremecedoras para una generación que se enfrentaba por primera vez a una pandemia, obligaron a la única medida posible, la misma que habían asumido los demás países: el confinamiento.
La medida tuvo la virtud de frenar el avance avasallador de los contagios, pero le causó un daño tan grande a la economía que el planeta entero no ha logrado recuperarse. Esa es una de las razones por las que, en otros países, las autoridades piensan dos, tres y hasta cuatro veces antes de decretar un nuevo confinamiento, así sea parcial.
El confinamiento o encierro voluntario, que en Bolivia conocemos más como “encapsulamiento”, significa paralizar todo y eso, obviamente, incluye a la economía. En Europa, donde los sectores económicos y la generación de ingresos son variados, fue posible mantener la medida hasta cierto punto. El comercio electrónico ha avanzado bastante en esos países y la mayoría de las transacciones comerciales ahora se hacen mediante internet pero, aun así, sus habitantes sintieron el efecto.
En Bolivia no hemos aprendido a hacer transacciones electrónicas. Si, estando en confinamiento, necesitamos comprar medicinas, precisamente para paliar los efectos del coronavirus, no podremos comprarlos por internet debido a que son escasas las farmacias que ofrecen ese servicio. Entonces, es necesario salir a la calle, arriesgándose a ser detenido por vulnerar la cuarentena.
Pero lo que verdaderamente se debe tomar en cuenta es el efecto económico. Decretar un confinamiento parcial, sea para fines de semana o feriados, no es la mejor manera de afrontar una ola de contagios porque apenas logra contener la irresponsabilidad de la gente por algunas horas. En cambio, se vuelve a paralizar el aparato productivo, que ya no se limita a los días hábiles. Además del comercio informal, que también genera recursos, se debe tomar en cuenta el transporte, especialmente el que se moviliza en las provincias.
Entonces, no se puede afrontar la enfermedad con un castigo, porque eso es el confinamiento que paraliza la economía. Aunque existen obvias diferencias entre los países, y los continentes, hoy en día existe una manera científica y efectiva de combatir una enfermedad: la vacuna.
La diferencia entre la enfermedad denominada covid-19 y las que provocaron pandemias en el pasado es que, esta vez, se logró fabricar vacunas a tiempo. Las que fueron desarrolladas y validadas por la Organización Mundial de la Salud fueron puestas a disposición de los gobiernos que las compraron por millones.
Eso determinó, por ejemplo, que Europa haya inmunizado a la mayoría de sus habitantes y ahora se disponga a volver a la normalidad. En el caso de España, se anunció que las restricciones serán levantadas en el verano, que allá comienza el 21 de junio.
Entonces, hasta que no se encuentre algo mejor, como una cura, la mejor manera de enfrentar el coronavirus es mediante la vacuna, no con encapsulamientos poco efectivos y altamente dañinos para la economía. Por eso es que las campañas mundiales que se han desatado contra ella, sostenidas por especulaciones, son mentiras que no solo causan daño sino que pueden considerarse criminales, debido a que motivan la muerte de personas.