Maestros con espíritu de sacrificio

Editorial Correo del Sur 07/06/2021
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Las situaciones que estamos enfrentando en esta pandemia determinan nuestro grado de humanidad. Por eso es que tenemos desde negacionistas, que no conformes con ignorar todas las recomendaciones al respecto quieren arrastrar a la mayor cantidad de gente a su marea de creencias, hasta una enorme cantidad de heroínas y héroes que incluso han ofrendado sus vidas en esta guerra contra el virus.

Las principales víctimas son aquellas que están en primera línea. Ahí tenemos a los trabajadores y profesionales de la salud, que no solo deben salir a trabajar, cuando eso no es seguro para nadie, sino ingresar a los lugares donde se encuentran los enfermos confirmados de covid-19 y estar en contacto directo con ellos. La cantidad de médicas, médicos, enfermeras y enfermeros fallecidos en nuestro continente crece de manera dolorosa.

Luego están los policías, los encargados de la limpieza de las ciudades y aquellas otras personas que, por la naturaleza de su trabajo, no pueden quedarse en sus casas y por lo tanto deben salir y exponerse a los contagios, ya sea porque proceden a recoger cadáveres de quienes fallecen con coronavirus o tienen que lidiar con los desechos sólidos que la gente simplemente arroja a los contenedores, o a las calles, sin selección alguna.

A esos grupos hay que sumarles ahora a los maestros, especialmente a los del área dispersa que, según los reportes procedentes de diferentes municipios, debieron volver a las aulas para impartir clases presenciales, en muchos casos, debido a que los padres de sus alumnos decidieron que así debía ser.

En cuanto a la presencialidad, es preciso hacer algunas puntualizaciones: Si se asumieran todas las medidas preventivas, tanto en los hogares como en las calles y en los edificios escolares, quizás no sería necesario optar por las clases virtuales. En Europa, la mayoría de los países decidieron seguir con las clases presenciales por razones pedagógicas, pero incrementaron los cuidados para evitar los contagios.

En Bolivia, las cosas son muy diferentes. Aquí no hay el debido cuidado en las casas, ni en las calles ni en las infraestructuras escolares porque no todos han entendido, como comunidad, la importancia de la seguridad ciudadana. La situación es peor en el área rural, donde la pandemia ha sido asumida de manera sectaria; es decir, desde la interpretación de un partido político. Todavía existen municipios donde se repite que la enfermedad del covid-19 es “un invento de la derecha”, así que se la asume como tal. Allí, usar barbijo es visto como una actitud de apoyo política, por lo que se lo descarta de plano, al igual que las demás medidas preventivas.

Así, sin cuidados ni prevenciones, volver a clases presenciales fue una actitud casi suicida. Los reportes de maestros contagiados en diferentes municipios provinciales son la prueba de esa afirmación.

Entonces, los maestros también pasaron a formar parte de los grupos de riesgo, ya sea porque se les obligó a trabajar en contacto directo con otras persona o bien porque, de manera voluntaria, entendiendo que sus estudiantes necesitaban el contacto directo para aprender, resolvieron volver a clases pese a que las condiciones de prevención eran casi nulas.

En la pandemia conocimos a la gente. Las maestras y los maestros que pusieron su sentido del deber por encima de su seguridad pasaron a formar parte de los grupos de héroes que ya pueden considerarse mártires de la pandemia de coronavirus. Demostraron que uno de sus principales intereses, si no el supremo, es enseñar, aunque eso signifique poner en riesgo su salud.

Son estos docentes de vocación, heroicos y preocupados por sus alumnos, los que se merecen un sincero homenaje este 6 de junio de 2021, Día del Maestro Boliviano.

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