Se cierra una era

Editorial Correo del Sur 15/06/2021
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Bolivia y Paraguay conmemoraron este lunes 14 de junio los 86 años de la firma del Protocolo de Paz, Amistad y Límites que puso fin a una guerra fratricida que terminó con las vidas de miles de personas que acudieron al frente de batalla sin saber a qué iban.

En la coyuntura de 1932, que fue cuando comenzó la guerra, parecía que todo giraba en torno a la posible existencia de yacimientos de petróleo en el Chaco. La actividad que allí desarrollaba la multinacional Standard Oil era la más clara advertencia al respecto.

El petróleo era el energético del momento porque los automóviles seguían siendo una novedad y, además, el transporte aéreo, que también necesitaba combustible, ingresaba a su apogeo. En ese momento, pocos, o nadie, hablaban de la importancia que iba a tener el gas, porque simple y llanamente no existía información al respecto.

La Standard Oil tenía intereses claros respecto al petróleo. No solo le interesaba extraer petróleo, como lo venía haciendo, sino que quería maximizar sus ingresos mediante el transporte del hidrocarburo. Su ruta más conveniente era Argentina. Es curioso que ese detalle no haya sido tomado en cuenta por los políticos bolivianos en el momento en que estalló el conflicto.

La guerra fue por el control del Chaco Boreal, en cuyo subsuelo se suponían las reservas de hidrocarburos, y la falta de delimitación de las fronteras entre Bolivia y Paraguay. No hubo acuerdo al inicio de las repúblicas y tampoco en 1932. Interesada en que los países involucrados se distraigan, la Standard Oil movió sus hilos para precipitar la guerra. Y lo logró.

Mientras bolivianos y paraguayos se mataban en los tuscales del Chaco, la multinacional vio hacia dónde dirigir su atención. Argentina le interesaba, y por eso la convirtió en la mediadora del conflicto cuando, tras tres años de desangramiento, ni Bolivia ni Paraguay encontraban una salida honrosa del conflicto. Había momentos es que los bolivianos avanzaban y otros en los que quienes ganaban territorio eran los pilas.

En ese tira y afloja, lo único que ha quedado claro es que la posesión de Villa Montes era clave. Si caía esa plaza, gran parte de los yacimientos de hidrocarburos se habrían perdido. Se insiste, incluso, en que su caída en manos de los paraguayos hubiera dado pie a un avance hacia Santa Cruz. La resistencia de Villa Montes, encabezada por el potosino Bernardino Bilbao Rioja, fue determinante no solo para el curso de la guerra, sino para la historia que hoy estamos viviendo.

Las negociaciones de paz, y los términos del Protocolo de Paz, Amistad y Límites siguen siendo motivo de debate entre los historiadores. La mayoría de los investigadores bolivianos coincide en que los términos eran desventajosos para Bolivia, porque se dejaba la cuestión de límites a un arbitraje que nunca hubo, pero, en aquellos momentos, era más la presión por poner fin a la guerra que el interés nacional. Ni siquiera la advertencia de Salamanca, a quien se había sacado del poder, logró que se tomara en cuenta el detalle de que la mediación argentina se inclinaba hacia el interés paraguayo.

El protocolo se firmó y el resto es historia. El sacrificio de miles de vidas bolivianas solo fue entendido cuando Bolivia comenzó a vivir la era del gas y sus principales ingresos fueron por la venta de ese hidrocarburo, especialmente al Brasil y… Argentina.

Ahora, el gas se está acabando y cada vez son menores los volúmenes que vendemos. Paralelamente, los soldados que combatieron en el Chaco, y defendieron los yacimientos de gas y petróleo, se están acabando y quedan menos de diez en todo el país.

Se está cerrando una era y no nos estamos dando cuenta.

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