“Miau, miau, guau, guau. Y en lenguaje humano: Ferchy te extrañamos”. Fechy trascendió las fronteras bolivianas. Importantes espacios de los medios de comunicación de países vecinos hablaron de su deceso.
Un hombre dedicado a la vida de lujos, con más de diez pasaportes llenos de visas por la enorme cantidad de viajes que hizo, dejó todo en 2015 para dedicar su vida a socorrer a los perritos callejeros y, también, a uno que otro gato.
Me contó que vendió los relojes que recibió en herencia de su abuelo, para poder comprar comida para los hambrientos canes. Hizo de todo. Su sueño era construir un santuario para los peluditos. Y su meta más ambiciosa: esterilizar a los dos millones de perros que deambulan por el país.
Tan solo en La Paz, informa el alcalde Iván Arias, hay medio millón. Pero Ferchy partió luego de una dura pelea contra la covid-19.
Hoy no sabemos si sus sueños podrán cumplirse. Solo sé que en medio del frío, los pichichos están sufriendo. Tienen hambre, sed, sueño y carecen de un sitio caliente donde dormir.
Los amigos en las redes sociales piden que si puedes les dejes un plato de comida en la calle, o un tarro con agua. Se entiende que no deberían existir perros callejeros. Pero los hay. Algunos fueron recogidos por Zoonosis de la Alcaldía de Santa Cruz, les dieron albergue temporal y luego hicieron una maratón para adoptar mascotas.
Todos fueron adoptados. Esta es una lección en varias partes. La primera: adopta, no compres. La segunda, los seres vivos merecen un buen trato. No como se observa en otras ciudades, donde Zoonosis es un techo de cuatro calaminas, paredes de madera y el frío que se cuela, inclemente.
Otra lección: los animalitos no se tiran a la calle, porque creció más de la cuenta, o porque al defenderse del niño abusivo, lo mordió. No son peluches ni vienen a llenar un vacío emocional.
Así que en medio de tanta desesperación provocada por la pandemia, es mejor evitar escenas tristes.
Recuerda lo que dijo Gandhi: “La grandeza de una nación puede ser juzgada por el modo en que tratan a sus animales”. O Anatole France, premio Nobel en 1921, “cuanto más culta y democrática sea una sociedad, menos cruel será con los seres vivos”.
Así que si aspiramos a ser un poquito mejores, sigamos los buenos ejemplos como el de Ferchy. Todos los Bobys, Peluchines, Batuques, Michis y Laikas estarán agradecidos y si traducimos sus miaus y guaus, o leemos sus miradas, es posible que nuestras almas, dormidas y adoloridas, despierten a un poco de esperanza, en medio de panoramas oscuros y desoladores.
* La autora es periodista.