Festividad cristiana del nacimiento de San Juan Bautista, ocurrido un 24 de junio, en Bolivia la noche de San Juan se consolidó como una celebración pagana, entre familiar y social, propicia para el encuentro con amigos, habitualmente señalada en el hemisferio sur como “la más fría” o “la más larga” del año.
La noche del 23 de junio, a la espera de la llegada del 24, la costumbre mandaba encender fogatas y reunirse en torno a las hogueras para comer salchichas y, los mayores, tomar sucumbé o canelas, en algunos casos incluso leche de tigre.
“Mandaba” porque, si bien está todavía arraigada, principalmente en los sectores populares, en los últimos años han ido en aumento las campañas de concientización, tanto estatales como privadas, sobre el cuidado del medioambiente.
En efecto, el encendido de fogatas genera un enorme perjuicio al planeta por los altos valores de contaminación que se registran en la noche de San Juan. A eso se le deben sumar algunas formas de distracción que tampoco ayudan a la preservación del medioambiente, como el uso de pirotecnia.
La tradición dicta que la noche del 23 de junio el agua se torna “bendita” y el fuego puede disolver todo y por eso mucha gente solía quemar objetos, esperanzada de comenzar de nuevo y con mejores bríos.
Más allá de toda creencia, tradición o costumbre, este año es particular. Las sociedades padecen las consecuencias del coronavirus con una fuerza imaginada hace no mucho. Y esta realidad, que ha dejado luto, ha hecho cambiar los hábitos en general, prácticamente sin excepciones.
Algunas autoridades han venido reflexionando en los últimos días acerca de la necesidad de abandonar la práctica de las fogatas, ya no solamente por la cuestión medioambiental, sino también por las implicancias del humo en las personas afectadas por la enfermedad del covid-19.
Mientras el alcalde de Sucre, Enrique Leaño, que es médico de profesión, y el gobernador de Chuquisaca, Damián Condori, han llamado a la población a no encender fogatas, tal cual se hacía en años pasados, las prohibiciones, dictadas por los concejos municipales de la capital y de Potosí, continúan vigentes.
Se han anunciado diferentes controles que podrían derivar en sanciones para los infractores de la norma. Habrá que ver si efectivamente se cumple con esa advertencia.
Entretanto, este tiempo de pandemia debería llevarnos a pensar en cuán importantes son la empatía y la solidaridad para salir adelante todos juntos, dejando a un lado las conductas egoístas que solamente velan por el bienestar individual.
No quemando hierbas ni pastizales, tampoco objetos, esta noche de San Juan, lo que haremos es expresar nuestro respeto por el planeta Tierra y, además, daremos una muestra de urbanidad, en aras de nuestra propia salud y de la del resto.
Las instituciones públicas y todas las privadas que tienen relación con el cuidado del medioambiente, además de las entidades educativas y las organizaciones sociales, tienen la obligación de contribuir, desde sus lugares, a la creación de una mayor conciencia respecto al daño del medioambiente con las fogatas y los juegos pirotécnicos.
Por lo demás, se dice que esta es la noche más fría del año, pero la ciencia no avala tal afirmación. En los últimos 30 años, las temperturas más bajas del año, registradas por el Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología (Senamhi), casi siempre se han concentrado en los primeros veinte días del mes de julio.
Y, en cuanto a las creencias para esta fiesta, son variadas e incluyen, por ejemplo, la recolección de hierbas para ahuyentar todo lo malo, en una muestra más del avance de la superstición en nuestro país.
Tampoco faltan quienes acuden a hacerse leer la suerte durante la jornada del 24 de junio, que este año cae en jueves.