El apagón educativo

RAÍCES Y ANTENAS Gonzalo Chávez A. 18/07/2021
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La crisis económica política y sanitaria domina la agenda del debate en el mundo y a nivel nacional. Sin embargo aún no estamos discutiendo, en profundidad, el tema del apagón educativo que se ha producido durante la pandemia. De la noche a la mañana escuelas y colegios suspendieron clases presenciales por bioseguridad y/o por decisión del Gobierno. Muchas han hecho un tránsito tortuoso hacia la virtualidad educativa. Miles de profesores, millones de niños y jóvenes y sus padres tuvieron que adaptarse muy rápidamente a las clases en línea en condiciones tecnológicas y de infraestructura muy precarias. Nadie estuvo lo suficientemente preparado.

Frente a todos estos cambios, la pregunta clave es: ¿Cuánto retrocedieron o avanzaron, en sus niveles educativos, nuestros jóvenes y niños? Los datos, en el mundo, muestran un escenario sombrío.

Desafortunadamente, las estadísticas sobre la realidad educativa durante y después de la pandemia en Bolivia son muy escasos. Se conoce, por ejemplo, que entre marzo del 2020 y febrero del 2021 Bolivia estuvo más del 90% de días sin clases presenciales, y se encuentra en términos comparativos de América Latina entre los países que más tiempo tienen cerrado su sistema educativo. Pero no sabemos nada sobre cómo habría afectado el covid-19 al proceso de aprendizaje y al desempeño de los estudiantes medido por Pisa, por ejemplo.

Un estudio reciente del Banco Mundial (Actuemos ya para proteger el capital humano de nuestros niños) estima que el cierre de las escuelas llevará a que 2 de cada 3 estudiantes no sean capaces de leer o entender textos adecuados para su edad. Asimismo, sugiere que “la pobreza de aprendizaje” en la región podría incrementarse en 20%. Esto representa aproximadamente 7,6 millones de niños y jóvenes que tendrán dificultades de leer y comprender un relato simple.

En 2018, República Dominicana, Honduras, Nicaragua y Paraguay, el 81%, 75 %, 70 % y 74 % de los niños y niñas de 10 años no podían leer y entender un texto básico adecuado para su edad. Como no hay datos sobre Bolivia, es altamente probable que –dada la similitud, en tamaño de la economía, con los anteriores países– los resultados estadísticos educativos estén en este mismo rango de desastre.

También según el Banco Mundial, los alumnos de 15 años de edad en América Latina y América Central, en promedio, se encuentran 3 años por detrás de los estudiantes de los países desarrollados en lectura, matemáticas y ciencia.

Aunque en Bolivia, desde el Estado se niega la posibilidad de hacer la prueba Pisa, nuestros resultados ciertamente deben estar cercanos al promedio latinoamericano, también para 2018. Por supuesto, en estas condiciones, con un año de cierre del sistema educativo, estos indicadores, que eran ya muy malos, con la pandemia empeoraron significativamente para la región latinoamericana. El estudio del Banco Mundial estima que, un cierre de 13 meses de las escuelas de la región, hizo que el rendimiento malo suba de 55 % a 77 %.

Por supuesto, el apagón educativo deteriora significativamente el capital humano. El mismo trabajo del Banco Mundial establece que las pérdidas de aprendizaje tendrían un coste económico total, medido en términos de pérdida de ingresos futuros a percibir, hasta de 1.700 millones de dólares para América Latina y el Caribe. En suma, los niños y jóvenes que hoy están dejando de ir a la escuela serán más pobres cuando entren al mercado de trabajo o generarán menos ingresos en los emprendimientos que realicen. Datos similares existen para los países desarrollados.

Entre tanto, a pesar de la crisis educativa, cabe resaltar que en América Latina y Bolivia se han hecho algunos esfuerzos para compensar el cierre a través de clases virtuales o educación a distancia por radio y/o televisión. Pero claramente son insuficientes. Realizar la nivelación de la generación de la pandemia tomará mucho tiempo y será muy costoso.

En suma, la pandemia equivalió a la caída una bomba a un sistema educativo ya muy precario. No volveremos a la vieja normalidad.

En una perspectiva más estructural, el desafío de contener, revertir y superar la pandemia también está frente al reto de cambiar radicalmente el sistema educativo en el país. Es decir, el apagón educativo puede ser visto también como una gran oportunidad de renovación. Caminamos a una economía y sociedad híbrida, donde trabajaremos de manera presencial y virtual simultáneamente. Obviamente, la educación no será la excepción, pero esto requiere políticas públicas de gran envergadura pero sobre todo de un pacto social que entienda que el futuro depende del capital humano como nunca en la historia. Por ejemplo, se necesitan cambios en el modelo educativo en los sistemas públicos y privados, en la acción y actitud de los maestros y los niños y también en la manera en que los padres se involucran en la educación de sus hijos.

Asimismo, es necesario un shock de tecnología para contar con Internet de alta velocidad y equipos para los actores del sistema educativo. Me atrevo a decir que aquí nos jugamos la vida porque sin un capital humano preparado, no podremos enfrentar los desafíos post pandemia de una economía digital, verde y equitativa.

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