En este siglo XXI, dentro del ámbito educativo, no podemos ignorar que la combinación entre la capacidad creativa de los maestros y la tecnología crea entornos de aprendizaje diversos.
El empleo de la tecnología en la educación ha llegado a transformar (aunque no en su totalidad) el tradicional modelo de enseñanza y aprendizaje, vertical, donde existían clases en las que el docente está en la cima y los estudiantes en la base, transformándolo en un modelo educativo horizontal, al que todos los actores educativos debemos apuntar, donde los estudiantes también son generadores de su propio aprendizaje, dentro de un ambiente interactivo en el cual se emplea una comunicación bidireccional que va mejorando el Proceso Enseñanza-Aprendizaje, donde se valora la colaboración y se fomenta la participación de todos.
La tecnología dentro de la educación ha replanteado tanto el rol de los estudiantes (simples receptores, antiguamente) como el de los maestros (comunicadores), obligando a los docentes a establecer estrategias de enseñanza, aprendizaje y comunicación bidireccional, para interactuar activamente con sus educandos a través de las tecnologías informáticas y las diferentes herramientas digitales, creando espacios donde no solo los estudiantes puedan adquirir información, sino compartir experiencias propias que fomenten el trabajo colaborativo en un ambiente de confianza, así como lo menciona la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (2005), las tecnologías informáticas y digitales son mucho más que computadoras. “Ya no hablamos de dispositivos que simplemente automatizan una tarea, sino que también generan interacciones con quienes la ejecutan, convirtiendo este proceso en una red colaborativa de construcción de nuevas ideas y, por ende, de aprendizajes”.
Desde esta óptica, con el transcurrir del tiempo la tecnología se ha ido integrando cada vez más en el proceso educativo, es por esto que el maestro de hoy no debe conformarse con solo saber que existen las herramientas tecnológicas, sino dominarlas y darles un buen uso para la formación educativa de sus estudiantes, donde exista un aprendizaje y comunicación bidireccional. El educando también debe tener la palabra, considerando que también tiene espacio en la clase para poder mencionar su conocimiento y opinión, ya sea de forma crítica y/o reflexiva, de lo que va aprendiendo u ocurriendo en su entorno, que es lo que más buscamos desarrollar los maestros, sobre todo los del área de Filosofía.
