A solo cuatro años del Bicentenario de la Fundación de la República, se difunden diferentes ideas y proyectos para celebrar tan singular acontecimiento. Obviamente, no se piensa solo en actos protocolares, sino en obras que queden como testimonio de la magna fecha.
Dentro de lo anunciado, repetidamente por cierto, está el llamado a la unidad de los bolivianos. Sobre todo los políticos, en cada discurso, mencionan que el 2025 nos encontraremos con una Bolivia unida, pero nadie hace nada para que ello ocurra, sino todo lo contrario.
No hay intervención pública, entrevista o discurso en el que no se mencionen los 200 años de colonialismo, ataques al neoliberalismo, al imperialismo, al golpe de Estado, mientras el otro bando recuerda al fraude electoral y el informe de la OEA, la fuga de los entonces mandatarios, la corrupción y otros acontecimientos que llenan las páginas de nuestra triste historia política.
Con esa manera de proceder, muy difícilmente encontraremos una Bolivia unida, como cuando los de la tercera edad éramos niños y los profesores hablaban de que siempre deberían existir buenas relaciones entre collas, cambas y chapacos. ¿Que había racismo? Claro que había, pero actualmente está incentivado y por algo ha de ser.
En una visita por carretera hacia los Cintis, el recién pasado 6 de Agosto, al recorrer varias poblaciones de hermoso paisaje, daba gusto contemplar los desfiles escolares en poblaciones como Chaquí, Puno y Tres Cruces (en Potosí) o Camargo y Villa Abecia (en Chuquisaca), donde niños de escuela con mandiles blancos impecables marchaban junto a sus profesores, vestidos de terno negro y corbata, rindiendo su homenaje al Día de la Patria. Todos portaban banderitas con el rojo, amarillo y verde de nuestra tricolor. Ahí se respiraba el aire de la ansiada unión y despertaban los sentimientos más íntimos de un civismo lleno de nostalgia.
La pasión política no llega a la niñez, edad que debería aprovecharse para enseñar unidad y no consignas. La juventud es una etapa ya posterior de rebeldía, pero que permite todavía la opción de elegir entre dos o más alternativas, siempre y cuando no haya habido adoctrinamiento que genera resentimiento por los acontecimientos del colonialismo, de los que las actuales generaciones no tienen responsabilidad alguna. ¿Cuándo aprenderemos en Bolivia a sumar lo que nos une y a restar lo que nos divide?
Además, las reflexiones deberían ser objetivas reconociendo que el colonialismo tuvo aspectos positivos, puesto que no todo fue malo. Heredamos de España el idioma, la educación, música y danzas, instrumentos como la guitarra, vestimenta –empezando por la pollera– y también una variedad de comida que enriquecieron la gastronomía. Heredamos también el sistema métrico y, sobre todo, la religión y el cristianismo. Conocimos a Jesús, el nazareno, que predica la paz y, por tanto, la unidad.
A Él deberíamos hacerle caso los que formamos este hermoso país, en el que habitamos todos los que somos resultado de la mezcla de razas, en mayor o menor grado, desde el primer ciudadano hasta el último. Solo superando los resentimientos alcanzaremos la unidad, porque eso es lo sincero. Lo demás es hipocresía, que no es otra cosa que fingir sentimientos cuando en realidad son otros.