Como todos los días, Federico desayunaba y oía las noticias en la radio. En esa mañana de agosto post patrio escuchó que se había aprobado la Ley 078 sobre la devolución de los aportes de las AFP. Tres eran los grupos privilegiados: Los que tenía aportes hasta Bs 100 mil podrían retirar el 15% del saldo. Los aportantes con ahorros superiores a los Bs 100 mil, pero que estaban desempleados, obtendrían hasta Bs 15.000. Y finalmente, aquellos contribuyentes que tengan de Bs 10 mil para abajo y hayan cumplido 50 años o más, podrían sacar todo su dinero.
A Federico le brillaron los ojos y sintió cierto alivio. Podría sacar parte de su dinero. Antes de salir a buscar trabajo, se miró al espejo como todos los días. Le gustaba verificar que su juventud continuaba ahí, impecable y bien planchada. De reojo, chequeaba que el peinado tampulli estuviese primorosamente ejecutado. Su consigna era: jodido, pero pintudo. Sin embargo, ese día de frío invierno se llevó un susto mayúsculo porque su reflejo en el filoso espejo era él, pero de abuelo. Más grande fue su arrebato cuando su imagen del futuro le comenzó a hablar.
“No te asustes, simplemente soy tú, pero centenas de mañanas después. Vine a alertarte. Te cuento que nuestra jubilación no alcanza para vivir decentemente”, dijo Federico, el viejo.
“Ahora tomo muchos remedios caros, como poco y un Viagrita a la muerte de un obispo español. Tengo mucho mes al final de la jubilación. El picante surtido que este domingo le vas a cascar, a mi edad se ha vuelto un pollo hervido sin sal con papas. No da para más, bro.
El gobierno te devolvió nuestros ahorros, que a mí, kaivito, me hacen falta, porque, en el porvenir, yo no puedo generar ningún ingreso extra. Entiendo que tú estás pasando momentos difíciles, pero quiero advertirte que, si te gastas parte de nuestra pensión, tu gasto de hoy será mi pobreza de mañana. El Estado está financiando la reactivación económica con nuestra plata. No me parece justo”.
Federico, el tierno abuelo, desde la lontananza del espejo se dijo a sí mismo, pero 20 años más joven: “Entiendo que debemos recuperar la economía, pero no con nuestra plata, pues waway. Yo sé que, desde la perspectiva macroeconómica, la devolución de los aportes tiene la meta de fomentar el consumo o la inversión de las personas y de esta manera ayudar a recuperar la demanda agregada. Eso queremos todos. El efecto es igual a los bonos que ya entregaron, pero en este caso es a costa de nuestro bienestar futuro. Es como un impuesto a los abuelos que seremos”.
Además, la imagen cansada del coqueto espejo reflexionó: “Mi querido joven de blonda cabellera, para que la pensión de vejez sea la misma, vas a tener que trabajar más años o contribuir más dinero a nuestra cuenta personal. Desde el futuro te digo que, a pesar de nuestro esfuerzo, no lo conseguimos. Por eso estoy más yesca que venezolano de esquina. Y encima este sacrifico que haremos va a durar una primavera. Lo que se necesita es que veamos el tema de pensiones de forma estructural.
Tú sabes, muchachote churro, que desde el punto de vista institucional y financiero devolver las contribuciones coloca en riesgo tanto el sistema de pensiones como el sistema financiero. En el primer caso, las pensiones están en una transición institucional muy larga e ineficiente. Las AFP fueron estatizadas hace ocho años y hasta ahora la Gestora Pública no toma control del sistema. Asimismo, la rentabilidad de las pensiones es muy baja: no pasa de 3% al año. Retirar dinero de un sistema tan débil puede generar problemas.
En segundo lugar, cabe recordar que buena parte de los recursos de pensiones están invertidos en el sistema financiero. Financiar la devolución con estos recursos podría complicar la situación de los bancos, en especial de los pequeños. Entiendo que el Gobierno ha anunciado que financiará estos pagos con las contribuciones anuales de los pensionistas y la rentabilidad de los fondos, pero si todos los beneficiados por la ley retiran su dinero, se necesitan como 4.400 millones de dólares. Tú sabes, mi querido mozalbete, que el diablo sabe más por viejo que por diablo. Habría que preguntarse si los recursos anunciados por el Gobierno serán suficientes. Me temo que no.
El joven Federico estaba perdiendo la paciencia frente a su imagen en el cristal y de manera impetuosa se reclamó: “Mira, estas más pelado que poto de mandril y te has vuelto muy k’onana. ¡Pucha! ¡No tengo un mango! ¿Y ahora que hacemos?”. Bueno, el anciano Federico, desde lo alto de la sabiduría del tiempo, dijo: “En vez de que el Estado meta la mano en nuestro bolsillo y nos haga sentir que nos está haciendo un gran favor, debería impulsar políticas públicas para crear empleos de calidad y conseguir recursos extras para ayudar a las empresas y la gente. Hay varias alternativas de financiamiento: endeudarse del exterior y cobrar más impuestos a los informales (cocaleros, mineros y comerciantes grandes). Te cuento, aquí del otro lado del espejo vive Don Jacinto, siempre vestido de azul. Lleva una vida de Príncipe, me dice que fue dirigente gremialista, diputado y ministro”.