Para los devotos de San Churrasco, o de Santa Parrilla y Santos Chinchulines, la noticia del aumento de la temperatura global debe sentarles como una deliciosa advocación a los Santos Humos y Santas Humaredas.
Para quienes desesperadamente buscan una bocanada de aire puro, el calentamiento global les suena como una patada a medianoche en el estómago, o como pegar a su mamá el Día de la Madre.
Para quienes se conforman con la noticia, porque consideran que nada pueden hacer para frenar al calentamiento global, y de ese “temita” será mejor que se encarguen los países ricos porque ellos tienen la culpa, además que les “ValeMadres” la cuestión, y se están preparando para el Apocalipsis infernal, pues con ellos no hay gran cosa que hacer.
Los Conformistas son los carbones y leños para esta parrillada apocalíptica que hemos desatado, provocando que julio de 2021 sea el mes más caliente en la historia del planeta Tierra, desde que se tiene registro de temperaturas abrasadoras.
Para los pocos Defensores de la Naturaleza, los bosques y las aguas cristalinas, y para quienes aún conservan la esperanza y piensan que vale la pena hacer algo, queda hecha la invitación para no caer en el desánimo y la tristeza. De alguna manera sus voces han sido escuchadas, dando como resultado que algunos componentes de la sección de Conformistas, Indiferentes y “MeValeMadres” han pasado a engrosar sus filas, transformándose en Defensores Verdes y sembradores de árboles.
Son ellos y usted amable lector (o lectora, dada la moda de diferenciar al género) quienes pueden hacer algo para frenar al calentamiento global. Empiece por algo sencillo: No deje sobras de comida. El 40% de la producción global de alimentos se desperdicia y es responsable según la Organización de las Naciones Unidas del 10% de los gases de efecto invernadero e insta a cambiar nuestra dieta para revertir la situación. Dietas más sanas podrían contribuir a reducir hasta en un 17% las emisiones de gases de efecto invernadero.
A nuestra dieta le sobra carne, alimentos procesados, grasas, azúcares y lácteos; en cambio, le faltan ingredientes esenciales como fruta y verdura. La manzana es la fruta que menos emisiones produce y que menos contribuye al cambio climático. Los frijoles, lentejas y los garbanzos están entre los alimentos menos contaminantes y los mejillones son beneficiosos para el clima porque filtran el agua, mejoran el hábitat y eliminan el carbono del medio ambiente.
Hay más soluciones. Se las cuento en otro momento. Los recursos naturales son finitos y los estamos contaminando de manera irrecuperable. El daño que hemos producido en el planeta en muchos casos no lo podemos cambiar. Lo que sí podemos cambiar es nuestro accionar de ahora en adelante, el momento de actuar es ahora.
* Es periodista.