Autonomía y cogobierno, hay que decirlo

Gastón Solares Ávila 03/09/2021
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Seguramente este comentario ocasionará reacciones adversas, especialmente entre estudiantes universitarios, pero estas notas no son precisamente para que gusten a todos, sino para emitir sugerencias, en unos casos, y, en otros, simplemente para generar temas de reflexión.

Si algo hemos defendido a ultranza todos los que hemos pasado por las aulas universitarias ha sido, ciertamente, la autonomía universitaria. Fue un logro que costó lágrimas, sudor y sangre, pero se consolidó gracias a la intrépida lucha de los valientes estudiantes que buscaban que las universidades bolivianas se administraran con total independencia, sin intervención de los gobiernos de turno, lo que hubiera sido fatal como lo fue en épocas en las que era el Poder Ejecutivo el que nombraba rectores, por supuesto afines al que ocupaba la silla presidencial, alcanzada generalmente por la fuerza e inclusive por elección popular.

Pero también se alcanzó el cogobierno para que las decisiones se tomaran con la participación igualitaria de docentes y estudiantes; es decir, entre los que van a enseñar y los que van a aprender. Ahí se acaba la verdadera autonomía.

Lo que se pretendía en la lucha de todos era evitar la politización de las universidades. Los gobiernos de turno ya no podían influir en las decisiones de los diferentes Consejos Universitarios, pero los estudiantes empezaron a organizarse y los políticos encontraron la forma de meterse y mimetizarse en las elecciones estudiantiles. Desde el momento en que aparecen las candidaturas, las Federaciones de Estudiantes son presionadas por fuerzas políticas, de las que es muy difícil marginarse porque aparecen intereses de todo tipo que desvirtúan lo que la autonomía quería evitar.

Se crearon las Federaciones de Estudiantes, que buscan apoyo político y, cuando lo consiguen, nombran a dirigentes que pueden eternizarse en el poder.

Desde hace muchos años, los ilustres rectores tuvieron que convertirse en administradores dependientes de los excesos estudiantiles, presionados siempre por el padrino político. La majestad de la primera autoridad universitaria se fue al tacho y acabó por transformarse en dependencia poco digna de los dirigentes que obtienen importantes poderes que les es muy difícil dejar.

Por ello aparecieron los acuerdos “secretos” entre candidatos docentes y candidatos estudiantes y, como nada puede ocultarse totalmente, no era raro ver al nuevo rector rodeado de sus adláteres.

Que es un problema difícil de resolver, nadie lo puede negar, como nadie puede negar que el prestigio de la Real y Pontificia Universidad de San Francisco Xavier se fue también al tacho y de ser una de las universidades más prestigiosas de América Hispana, se convirtió en una de las últimas de Bolivia.

La consecuencia de este lamentable proceso es ciertamente triste, pero hay algo claro y es que para retomar su perdido prestigio tiene que proyectarse mirando el pasado y tener como objetivo la formación de buenos profesionales y no la de mediocres políticos. La autonomía y el cogobierno no son compatibles y hay que decirlo.

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