Muy rara vez escribo en primera persona en esta columna, que tiene ya más de 25 años, porque generalmente trato de transmitir opiniones y sugerencias que pertenecen a mis lectores o personas vinculadas, con quienes intercambiamos ideas y compartimos preocupaciones.
Sin embargo, excepcionalmente como hoy, los comentarios me pertenecen con exclusividad y son resultantes de la experiencia de un último y largo viaje por carretera, desde Sucre a Cochabamba, por el camino vía Mizque y desde la tierra del Tunari hasta Santa Cruz por el Chapare, retornando dos días después por la ruta directa que pasa por Saipina y La Palizada hasta Sucre, nuestra bella ciudad a pesar del crecimiento desordenado, a pesar de todo. Mi pasión por conducir en nuestra difícil topografía no ha disminuido un ápice, a pesar de mis años que, en uno más, me convertirán en octogenario.
Es cosa sabida que la inversión en carreteras es un acierto, no solamente por la vinculación –que es automática– sino por el efecto multiplicador que genera. Nadie puede negar que si algo bueno hizo el anterior gobierno de 14 años fue la ampliación y asfaltado o pavimentado de muchos caminos nacionales, aprovechando los extraordinarios recursos de los que dispuso. El tramo hoy comentado, que vincula a tres departamentos, es el que motiva esta nota y servirá de información a quienes no han tenido la oportunidad de recorrerlo.
Definitivamente, el primero, el que une a Cochabamba por Aiquile y Mizque, es el que mejor mantenido se encuentra. La excepción está entre Kiwiña Kasa y Vacas, aproximadamente 30 kilómetros, cuyo asfalto está destrozado y lleno de remiendos a pesar de que es el último que se completó en toda la ruta. El contraste con el camino que cruza el puente sobre el río Kuri, conocido como el paso del Libertador, tiene un paisaje excepcional por la belleza de los innumerables bosques de pino que alegran la ruta que recorre una plataforma estable y bien construida. La doble vía entre Paracaya y Cochabamba, insólitamente, ya tiene carriles en reparación cuando hace muy poco que la pusieron en servicio.
El viaje entre Cochabamba y Santa Cruz tiene de todo. Entre Sacaba y Villa Tunari es una especie de vía crucis por el intenso tráfico, saturado de camiones de alto tonelaje, desvíos ocasionados por la construcción de puentes y túneles y un aspecto similar al de hace dos años, trabajo duro que avanza lentamente. Cuando el paisaje cambia y el viajero se apresta a utilizar la doble ruta que ya está al servicio desde hace alrededor de tres años, la sorpresa deprime porque existen desvíos y cierre de carriles ocasionados por reparaciones que hacen pensar mal de los contratos, de las empresas que intervinieron y de las de supervisión. Casi 500 kilómetros que se recorren en mucho mayor tiempo que el que se debería, entristecen el paisaje, a pesar de la incomparable belleza natural de la zona.
La ruta directa de retorno a Sucre es mucha mejor opción. Samaipata, turística sin dudas, es un lugar excepcional para hacer una parada. El tramo hasta Mataral, muy próximo al desvío hacia Aiquile por el cruce a Saipina, está en pleno y serio trabajo de reconstrucción con gran cantidad de equipo pesado. El desvío hasta Aiquile, impecable, y desde esa ciudad hasta Sucre el estado del mantenimiento es aceptable.
En síntesis, las carreteras han mejorado, pero algo anda mal en el control y en la supervisión porque obras tan importantes no pueden deteriorarse tan pronto.
El dinero invertido es de todos los bolivianos, que tenemos el derecho de exigir buenos resultados. La inversión en carreteras está muy bien, lo que no está bien es la calidad de los trabajos, que requieren grandes reparaciones después de poco tiempo de uso.