Apenas ayer hacíamos referencia a los enormes intereses que se mueven detrás del conflicto de la Asociación de Productores de Coca (Adepcoca) de La Paz.
“El conflicto de los cocaleros de Yungas, tradicionalmente distanciados de los cocaleros del trópico de Cochabamba, es entre dos grupos de cultivadores, uno de los cuales es afín al MAS”, habíamos publicado agregando que las acciones seguidas, desde hace meses, configuran un escenario mafioso, por la cantidad de delitos que se habría cometido.
Como se recordará, los intentos del MAS de controlar Adepcoca no son recientes. Fue ese propósito el que determinó la persecución del exdirigente Franklin Gutiérrez, a quien se le inventó delitos para encerrarlo en la cárcel donde quizás hubiera seguido si el gobierno de la ahora encarcelada Jeanine Áñez no mediaba para su liberación.
El MAS, cuya médula espinal es cocalera, le ha puesto especial atención a Adepcoca por razones que, por ahora, solo dan pie a la especulación. Se sabe que la coca de los Yungas no es apta para la producción de cocaína y es por eso que no queda claro el interés de controlar el mercado de los Yungas.
Pero los Yungas no solo son tierras en las que se cultiva coca, además de una serie de productos agrícolas que merecen mayor atención. Es, también, la tierra de la comunidad afroboliviana que ha sido oficialmente reconocida en la Constitución Política del Estado.
Aunque reducida en comparación a las naciones indígenas y otros grupos con pasado e identidad cultural en común, los afrobolivianos representan una parte importante de nuestra historia debido a que su origen se remonta a los primeros años de la invasión española.
En los tiempos en los que España expandía su control sobre los territorios americanos que comenzaba a ocupar, los conquistadores introdujeron esclavos africanos con el propósito de que estos cultiven la tierra. Esa importación de mano de obra fue muy común, también en las colonias inglesas, pero en las españolas ocurrió un hecho trascendental: comenzó la explotación de la plata del Cerro Rico de Potosí.
Para explotar las enormes cantidades de plata que salían del famoso cerro, fue necesario implantar un sistema de reclutamiento laboral forzoso que, hasta hoy, es conocido como mita. Este sistema determinó el despoblamiento de varias provincias, no tanto por la cantidad de indios que se reclutaba como por el hecho de que los hombres en edad de servir en la mina solían escapar para evitarlo. Eso determinó una escasez de mano de obra que obligó a los españoles a incrementar la cantidad de esclavos africanos que eran introducidos a Charcas. Fue el origen de la comunidad afroboliviana.
La mayoría de los africanos y sus descendientes vivieron en las haciendas próximas a Potosí, incluso hasta la República. Ya en tiempos de Andrés de Santa Cruz, y hacia adelante, la abolición efectiva de la esclavitud dio lugar a que colonias enteras de afrodescendientes decidan irse a vivir a los Yungas, donde el clima era, y es, más benigno.
Muchos de los afrobolivianos llevan el apellido de su lugar de origen en África. Por ello, existen apellidos que son muy comunes, como Angola. Otro apellido identificativo es Medina, que se escuchó bastante en el conflicto de Adepcoca. Tomasa Medina es una de los líderes del grupo de autodefensa que ayer recuperó la sede de los cocaleros de Yungas.
El mismo día, otro afroboliviano de apellido Medina hacía noticia, el general que asumía el cargo de Jefe del Estado Mayor. Pero no llamó la atención por su identidad cultural sino por el hecho de que juró con la mano izquierda sobre el pecho, rompiendo la tradición secular de las Fuerzas Armadas.