Magia y estafa

Monica Briançon Messinger 19/10/2021
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¿A cuál grupo pertenece: al de los ambiciosos, los incautos o los creyentes? ¿O pertenece a los generosos, prudentes o incrédulos?

Si respondió afirmativamente a cualquiera de las primeras opciones, usted es una fácil víctima de los estafadores. Los segundos difícilmente serán víctimas, aunque todo es posible cuando buscan “cómo hacer para que mi platita rinda”.

Los de la buena memoria recordarán que en el siglo XX empresas como Finsa, Orcobol, Copacabana, Lavalle, LV Pharma, y Roghel como sinónimo de estafas. Gracias a ellas, miles de bolivianos perdieron millones de dólares. La estafa no es un tema de internet o tecnología, sino de imprudencia financiera.

Pasemos página. Vamos al siglo XXI. Tercera década y las redes sociales son el escenario perfecto para aplicaciones como iShop, plataforma digital que robó a más de 2.400 usuarios que confiaron depósitos cuantiosos con la ilusión de lograr más dinero. Dinero fácil. Dinero que mágicamente se iba a multiplicar sin que tuvieran que hacer gran cosa, excepto, mover su dedo. Luego cayeron en cuenta. Su dinero no retornaba y fueron estafados. No hubo la magia esperada en sus bolsillos. Su dinero desapareció.

La desgracia del boliviano no es su ambición. Una gran mayoría quiere que se multiplique el fruto de su esfuerzo y eso es bueno, pero no cree en el sistema financiero nacional porque este le ofrece pocos réditos. Quiere magia instantánea. Y eso no sucede.

El propio sistema tampoco puede hacer gran cosa. El sistema impuesto por el Gobierno central castiga, jamás recompensa. Los bancos son castigados de mil formas posibles, por eso tienen poco para ofrecer a sus usuarios.

Entonces los creyentes se decantan por las ofertas mágicas y son víctimas de iShop o Intens Live. O bien acuden a la Virgen neoliberal que tiene Bolivia. Se prestan piedras o mini billetes, esperando que se vuelvan realidad, para devolverlos a la “Mamita” el siguiente año. Si la Virgen no les cumple es porque se prestaron con poca fe.

Sea como fuere, vivimos en un escenario de capitalismo salvaje y depredador, enmascarado como socialismo del siglo XXI. No hay triunfo de este modelo que avasalla tierras, quema bosques, pacta con cooperativistas mineros y gremialistas informales que se oponen a la Ley de ganancias ilícitas. Destruye el sistema laboral y transforma a miles de personas en comerciantes ambulantes, o a excelsos periodistas en peluqueros o chefs de cocina.

La noticia de fondo no es una estafa sino el por qué tanta gente no confía en el sistema financiero para invertir, por qué termina siendo más rentable importar autos chutos, containers de ropa usada o cualquier otro negocio bajo la figura de régimen simplificado, asentarse en la calle o vender por marketplace. Tal vez porque sí es rentable crecer económicamente al margen de la ley en un país que castiga el emprendimiento formal y la empresa privada, pero no al loteamiento o al parque automotor obsoleto. Lo de Ishop es solo un síntoma de una enfermedad mayor llamada informalidad, excesiva carga tributaria y desconfianza.

* Es periodista.

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