Las noticias no dejan de ser desalentadoras. Si bien el mundo ha avanzado positivamente en la lucha contra el coronavirus, sobre todo a partir de las vacunaciones con diferentes marcas, no va a ser fácil alcanzar una recuperación definitiva, más aún después de que el comité de emergencias de la Organización Mundial de la Salud (OMS) acaba de advertir que la pandemia el último anuncio de una está “lejos de haber terminado”.
No solo eso. El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha dicho la semana pasada que los efectos negativos del covid-19 pueden “tomar muchos años revertirse” en América Latina y el Caribe.
Pero, dice el dicho: “al mal tiempo, buena cara”. En estos y en todos los casos de crisis, es bueno mirar el vaso medio lleno.
Las grandes crisis crean las condiciones para el surgimiento de nuevas oportunidades, para la innovación, para la creatividad. Nadie puede desconocer a estas alturas que la aparición del virus en Wuhan (China) ha provocado la mayor caída de actividades que el planeta recuerde, al menos, en la era contemporánea. Y lo hizo golpeando en el corazón mismo del sistema global: el trabajo.
En el caso boliviano, las penurias se notaron de manera particular por la escasa o nula preparación de un sistema nacional de salud deficiente y con múltiples carencias. En ese sentido, los profesionales médicos, enfermeras y demás trabajadores de los hospitales se merecen nuestras felicitaciones por todo el esfuerzo que vienen realizando hace casi dos años y en condiciones sumamente adversas.
Y sin embargo, en medio de un panorama desolador, de desempleo, de cierre de fábricas y talleres, de reducciones de personal y cesantías, de un sector turístico severamente afectado, los bolivianos nunca bajaron los brazos; solo los mantuvieron contenidos prudentemente mientras era necesario, pero apenas encontraron un resquicio de esperanza lo tomaron para recuperar el tiempo perdido, aunque esta vez con una mirada distinta, resultante del aprendizaje de un tiempo difícil y desafiante a la vez.
Así surgen las nuevas oportunidades, los emprendimientos, las ideas innovadoras para mirar de frente el futuro y encararlo con optimismo y con nuevas herramientas. Una de ellas es la productividad: el mundo ha descubierto que no se trata de cumplir horas en la fuente de empleo, sino de conseguir objetivos. Esa lección dejó principalmente el modelo del teletrabajo, que vació oficinas y talleres de servicios para trasladar las labores habituales al hogar: allí, sin jefe que vigile ni horarios por cumplir, solo quedaba la posibilidad de demostrar resultados cuantificables.
La incorporación de la tecnología digital es otra de las grandes adopciones definitivas: nunca antes como hoy los celulares, computadoras y conexiones de internet fueron tan funcionales al proceso de la producción y generación de servicios y oportunidades.
La productividad y la eficiencia son ahora las claves de la reactivación económica. Y los emprendedores lo saben: ellos son los que soportaron el peso mayor de la crisis por la paralización de sus empresas y por tener que seguir pagando sueldos, aun sin lograr el trabajo esperado a cambio. De eso se trata: de levantarse y de reinventarse para hacer algo nuevo, con nuevos criterios en el uso del tiempo, de la consecución de resultados y de conseguir un nivel de competitividad exitoso. Así ya lo hacen muchos bolivianos que comprendieron la naturaleza de los nuevos tiempos.