Otra versión del “hilito de oro”

A TI, JOVEN CAMPESINO Pedro Rentería Guardo 29/10/2021
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Confieso a mis lectores adultos y a vosotros, chavales del hogar-internado, que últimamente me pongo a escribir estas notas con “temor y temblor”, como se dice. Y es que la página de Opinión de nuestro Diario de la Capital abunda, casi al cien por cien, en artículos que muestran la crispación, la intolerancia, el desencuentro, la violencia… que vive Bolivia en estos tiempos toscos.

Artículos que intentan, en la pluma diestra de sus autores, traer a nuestros desánimos un poco de serenidad, de armonía, de encuentro. En fin, motivar el diálogo y repetir hasta la saciedad que el otro, el que piensa y vota distinto, también tiene algo importante que poner sobre la mesa y hay que considerarlo.

En ese océano de escritos difíciles, esta columna pretende modestamente parecerse a la tenue brisa benéfica que, trayendo sones de valores humanos y espirituales positivos, nos interroga, nos hace bucear en la verdad del corazón, nos reconcilia, hasta nos anima a rezar.

A raíz del artículo anterior sobre el hilito de oro, tú, uno de los muchachos que acompaño en esta labor educativa del hogar-internado, me comentaste en una curiosa nota que algunas personas son, “todas ellas, en todo de ellas, esos hilitos que usted, padrecito, nos quiso explicar en su artículo”. Y añadiste:

- Quiero decir que no solo son gentes en quienes descubrimos un hilito de oro del que debemos tirar, sino que su carácter diario, su temperamento, sus proyectos, sus sueños, su diálogo, su comprensión de la vida… todo, todo, es un gran hilo (ya no hilito) del preciado metal…

Amiguito, al leerte quedé gratamente sorprendido. Siempre descubro en vosotros un rico caudal de sabiduría que los adultos no apreciamos a simple vista. Estamos cegatos ante ustedes, jovencitos. 

Debo recordar a mis lectores, por si no leyeron el artículo anterior, que ese famoso hilito de oro del que escribo, es todo lo bueno que tiene una persona. Su verdad más honda. Aquello hacia lo que el buen Dios quiere conducirla. Y lo que hay que hacer es tirar del hilito.

Se trata de entender que, a pesar de nuestros defectos, egoísmos, torpezas y demás, tenemos algún valor importante, alguna destreza a compartir, alguna aspiración ilusionante. Pero necesitamos que nos den siempre nuevas oportunidades.

El avispado alumno que me escribió ha subido una grada más en la percepción de estas realidades. Ha definido una nueva versión del hilito. Quizá exagerada. Pero interesante. Porque, aunque ninguno seamos perfectos –nos acompaña la inclinación al mal uso de la libertad que surgió en los albores de la humanidad–, sí es cierto que hay gentes, como dices tú, changuito, especiales, distintas, con un no sé qué que les hace seductoras. Incluso, cómo no, en el mundo de aquellos con distintas capacidades que siempre nos sorprenden con sus expresiones, sus afectos, su manera de contemplar la realidad y de imaginar futuros atrayentes.

Me has hecho pensar que nos rodean grandes hilos de oro, ya no hilitos, como escribes. Hay que descubrirlos. En nuestras familias, seguro, tenemos alguno. Entre los amigos, vecinos y compañeros de trabajo, también. En las redes sociales, que cada día nos atiborran con sus “cosas”, a veces fascinantes y otras mediocres, los buscaríamos con lupa.

En la abuelita que pide limosna en la esquina de la plaza, en el niño trabajador en situación de calle, en el adolescente que entiende que está humillando su vida con malos hábitos, en quien está siempre dispuesto a echarte una mano, en el que contempla la existencia viendo algo más allá de lo que tenemos delante de la nariz, en tantos y tantos… descubrimos el magnífico hilo de oro.

En aquel con quien te atreves a ser tú mismo. Sin disimulos. Sin componendas. Porque sabes que te acepta y, si se lo permites, te ayuda a mejorar. ¡Ah!, qué gran hilo de oro es esa persona.

Espero y deseo que de entre las muchas personalidades importantes que pueblan los artículos de Opinión de los colegas columnistas, haya “hilos de oro” que nos ayuden a progresar, a entendernos, a pacificarnos, a curarnos, a construir la Bolivia digna para nuestros hijos.

- Si, padrecito, todo, todo en ellos es un gran hilo (ya no hilito) del preciado metal…

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