Visiones opuestas para un futuro incierto

EDITORIAL Editorial Correo del Sur 24/11/2021
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Todo indica que, fieles a la costumbre, el país ha entrado en un periodo de tregua por las fiestas de fin de año. Las demandas pendientes, relacionadas con la Ley 1407 Plan de Desarrollo Económico y Social 2021-2025, son una nueva amenaza para el Gobierno, que rápidamente salió a buscar cerrar filas en torno a sus aliados internos, pero nada hace prever que los conflictos se reanuden antes de enero próximo.

Ahora, inesperadamente, la agenda política nacional se posó en un viejo tema de debate, sobre todo, en el oriente boliviano: el del federalismo. La idea surgió del gobernador de Santa Cruz, Luis Fernando Camacho, y detonó en repercusiones ayer. Desde el presidente Luis Arce, pasando por mandos medios del Gobierno, hasta el jefe de Comunidad Ciudadana, Carlos Mesa, opinaron sobre este asunto.

También los analistas cambiaron el foco de su atención, después de semanas completas de debate sobre leyes cuestionadas y que pusieron en figurillas al Ejecutivo, al punto de tener que ceder a las demandas de la ciudadanía en las calles dentro del Parlamento nacional.

Entretanto, el líder del Movimiento Al Socialismo (MAS), Evo Morales, marcha con sus acólitos de Caracollo a La Paz, en un absurdo y extemporáneo intento de demostración de fuerza social que ha sido criticado incluso por analistas proclives al oficialismo. No tiene sentido sacrificar nuevamente a los más humildes con una extenuante caminata; en todo caso, parece un despropósito, habiendo por delante un ambiente de relativa calma, salvo que se quisiera generar nuevas tensiones y caldear los ánimos. Es Morales, llamativamente, quien se puso a organizar esta movilización, después de semanas de conflictos que costaron apaciguar y que hicieron recordar a los días difíciles de octubre y noviembre de 2019.

Nada es casual y no resulta difícil adivinar las intenciones de algunos políticos, tanto del oficialismo como de la oposición, que buscan mantenerse en la palestra pública, aun a costa de los intereses de las mayorías y de las minorías que, mal que pese a unos u otros, se manifestaron en las urnas. El egoísmo de esos políticos llega al punto de que son capaces hasta de perjudicar a sus compañeros de partido con tal de no perder —o de recuperar— terreno.

Que no se crea que unos y otros vayan a bajar los brazos. Las treguas en nuestro país duran exactamente lo que duran las fiestas; que contra ellas nadie puede, ni siquiera la más ambiciosa proyección política.

Luego, volverán recargados, como en las segundas partes de las películas. Las protestas en las calles han demostrado su efectividad y el Gobierno, su incapacidad para acercarse a los sectores afectados por sus leyes. Tampoco la administración de Luis Arce tuvo, durante su primer año en el poder, la particularidad de encontrarse con aquellos que no le soban la espalda para buscar el virtuoso propósito de la concertación de una agenda común.

En todo caso se ha mostrado muy hábil para seguir una narrativa —la del “golpe de Estado”— que enardece a sus contrarios y que seguramente retomará en cuanto pasen los brindis del año viejo. Y así retornarán los ecos de la venganza tras las graves persecuciones que impulsó la administración de Jeanine Áñez contra decenas de masistas que, heridos pero también nefastos, ahora devuelven con la misma moneda.

Y así, con este intercambio de “gentilezas” entre oficialistas y opositores circunstanciales, el país no va a salir nunca de su desdicha, habiendo tanto por hacer.

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