La exvocal Rosario Baptista tuvo que huir del país debido a las presiones a las que estaba siendo sometida tanto dentro como fuera del Tribunal Supremo Electoral (TSE), una institución medular, supuestamente independiente, para el funcionamiento del sistema democrático nacional.
“Yo me siento amenazada, me siento perseguida, las declaraciones de los ministros (Iván) Lima (de Justicia) y (Eduardo) Del Castillo (de Gobierno) son amenazantes, me siento insegura porque nuestro sistema judicial se ha convertido en un mecanismo de extorsión política, a través de la vía penal. Manipulan a la gente, a través del miedo de ser detenidos, para que se callen o se sometan”, afirmó la exvocal.
Un par de días antes, Baptista envió a los medios de comunicación una carta de seis páginas en las que, entre otras cosas, señala que “el sistema de partidos políticos prácticamente no existe. Existe un partido único (en Bolivia)”. No es la única frase contundente que dejó esa misiva. Estas son otras:
- “El partido gobernante ha montado un escenario en el que ha tomado control total de todos los Órganos del Estado, que operan solo para crear en la gente la ilusión de que vivimos en una democracia”.
- “Es imposible cumplir con el mandato que me ha delegado el pueblo en el Órgano Electoral debido a su sujeción a la corriente autoritaria, absolutista y antidemocrática que gobierna el país”.
- “La voluntad ciudadana y la soberanía son manipuladas no solo a través del resultado del voto, sino a través de la información que se brinda a la ciudadanía para perpetuar en el poder al partido gobernante, al que están obligadas a responder todas las autoridades públicas, tal como determina expresamente su Estatuto Orgánico, recientemente registrado por el TSE, pese a mi voto disidente fundamentado en derecho”.
- “El MAS-IPSP nunca perderá una elección, se requiere un Órgano Electoral realmente independiente, abierto a la observación y verificación ciudadana y dispuesto a devolver a la ciudadanía el derecho a elegir libremente”.
La carta contiene más denuncias públicas. Son afirmaciones que en cualquier país del mundo desatarían un escándalo con repercusiones internacionales porque, de ser así, como ella dice y como parece que es, la institucionalidad democrática en Bolivia solo sería una ilusión. Ahora, Baptista, hija de un respetado jurista, exministro de la Corte Suprema y profesor universitario, se encuentra en la clandestinidad. Salió del país escapando de la persecución política.
Sus acusaciones llevan nombre y apellido: no solo apuntan al partido Movimiento Al Socialismo (MAS), sino que señalan directamente al expresidente Evo Morales, al que aludió como alguien que se aferra al poder “engañando y traicionando a la propia gente que dice representar, a quienes no ha hecho otra cosa que dividir, basado en la mentira”.
Hay ahí, entre líneas, una indivisibilidad entre Morales y el MAS, que, tal como lo manifiesta la propia Baptista, a lo largo de los tres últimos lustros se ha consolidado como único partido de alcance nacional, mientras que sus competidores en tiempos electorales se han vuelto poco menos que mercenarios, políticos ansiosos que se prestan a una suerte de juego irresponsable de quienes se lanzan a la piscina y, a ver si encuentran agua en ella.
“…siglas prestadas, alquiladas, vendidas, sin importar cuál sea su declaración de principios, su programa de gobierno ni la posición ideológica que tengan (porque ya no tienen nada de esto), a las que la oposición recurre para cada elección; otros partidos, los menos, tienen personalidad jurídica nacional, pero presencia sólo departamental”, dice la exvocal.
A este punto hemos llegado. Con un sistema de partidos desmantelado y entrampado por la deshonestidad individual y de grupo, el país no encuentra salidas a la crisis de una democracia que no todos quieren ver. O que muchos se empeñan en ocultar.