Objetivos y metas comunes

Eddie Cóndor Chuquiruna 15/12/2021
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Un pueblo que no tiene objetivos y metas comunes está condenado a vivir en la postergación y el subdesarrollo. Aplica a la realidad de una comuna como a la de un país.

Tener objetivos y metas claras y definidas es lo que cohesiona y da rumbo a una sociedad, es construir visión de país que merecemos. Aunque suene lírico y resulte una quimera para la realidad de algunos pueblos, es posible; depende de quiénes inician el proceso para alcanzarlo. Suecia, Noruega, Finlandia y otros países nórdicos han logrado sustantivos y verificables avances.

Deberían importar menos las diferencias religiosas, las identidades ideológicas e incluso si hay aún más pobres que ricos. Lo que debería interesar es que todos los miembros que componen al país tengan muy claro cuál es el objetivo que les une, lo comparten, trabajan y creen en él y tienen sentido de pertenencia del mismo.

En ese sentido, ¿qué objetivos comunes compartimos como sociedad? Considerando el importante déficit que aún tenemos, ¿a lo mejor la lucha por la democracia, el Estado de derecho, la justicia social, la corrupción, la impunidad? ¿En qué estamos trabajando juntos?

Creo que nada nos une, excepto el fútbol, y ese es el mayor problema. Cada uno hace y deshace, cuando está en el poder, y no hay una reflexión profunda y sincera sobre el rumbo compartido que debe haber en objetivos y metas.

Basta ver las expresiones que existen sobre un mismo suceso, en cualquier día, y todo se agota en egocentrismos y superficialidades, y pese a estarlo, no se toca fondo en el análisis de los asuntos que hacen a la agenda nacional.

Todos, y para todos, son culpables. Es cíclico. Los de abajo, cuando están en el poder, culpan de todo y de nada a los de arriba, y viceversa.

En este contexto, considerando el nivel de incomprensión existente, cuestiones como el hambre, la pobreza, la discriminación, etc., siguen estando entre las asignaturas pendientes de la agenda política nacional e internacional. Por eso, entre otras aspiraciones conjuntas de la comunidad internacional, los Objetivos de Desarrollo del Milenio siguen siendo mayormente la suma de buenas intenciones.

Vivimos en una espiral de odio, venganza y división, “el poder por el poder”, y no es lo que nos conviene. Debemos darnos una tregua. Debemos repensar cómo encaminar a nuestros países por un rumbo nuevo a partir de objetivos y metas que orienten una mejor forma de vincularnos. No estamos bien como individuos y tampoco como colectivos. Le está faltando esencia a la forma en que nos relacionamos. Nuestra herencia colectiva es deprimente y caótica y está contaminada de sospechas, dudas, individualismos y cada vez menos oportunidades.

Solo podremos construir sociedades justas, pacíficas e inclusivas si nos desmarcamos de este errado horizonte. Los objetivos y metas de país, primero, deben ser individuales y, luego, colectivos. Será más fácil comprender la unidad, el compartir, el trabajar y creer en lo mismo si le damos un orden práctico a su proceso de desarrollo.

¿Imposible establecer objetivos y metas comunes, pese a nuestras diferencias? No.

El éxito de un país depende de los objetivos y metas que su pueblo se plantee. Solo de ese modo evitaremos distracciones en el camino y nos enfocaremos en lograr sus resultados. La política puede ser el camino para conseguirlo. Necesitamos más gente honesta haciendo política.

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