Bromear; es decir, chancear, burlarse, puede ser positivo y hasta terapéutico debido a que permite relajarse, sonreír o, mejor aún, liberar la risa.
Pero todo tiene límites, incluso las bromas, chanzas y burlas. Y todo hace ver que el Movimiento Al Socialismo (MAS) no tiene límites ni para eso.
Durante los casi 14 años del gobierno de Evo Morales, los bolivianos sobrellevamos versiones que parecían bromas, chistes, porque era difícil creer que sean ciertas.
Una de ellas, por ejemplo, era la corrupción del Gobierno. Se decía que las cúpulas masistas se estaban enriqueciendo, que sus cuentas en el exterior crecían como la espuma de la cerveza, pero no se podía creer la dimensión de esas versiones porque parecían broma.
Luego se habló de la sumisión de la justicia. Se decía que los jueces y fiscales hacían todo lo que el MAS les decía, que se habían convertido en los perros de presa del gobierno, pero semejante panorama tampoco parecía creíble.
Más fantasiosas aún eran las versiones que circulaban en torno al líder de ese gobierno, Evo Morales Ayma. Se decía que era un pedófilo porque tenía preferencia en mantener relaciones sexuales con menores de edad. Se agregó a eso el hecho de haber embarazado a varias mujeres sin reconocer a ninguno de sus hijos, a menos que se le demande por la vía judicial; y hasta llegó a decirse que una de las embarazadas era la nieta de Nemesia Achacollo. Nunca pudo probarse esto último porque fue desmentido oficialmente. Parecía, nomás, una broma o, peor aún, una calumnia contra el entonces presidente.
Pero no era una broma la acusación de que Nemesia Achacollo y su entorno desfalcaron cientos de millones de dólares del Fondo Indígena. Y no era broma que los jueces y fiscales la trataban con una consideración que no tenían con otros acusados, incluso de delitos menores. Era obvio que tenía protección, y esa fue una prueba más de la sumisión de la justicia.
Con Achacollo y decenas de casos más, se probó que la corrupción durante el gobierno de Morales no era ningún chiste sino una pantagruélica verdad. Y en muchos de los casos la verdad superó toda fantasía como, por ejemplo, los millones que fueron pagados al canal Abya Yala, que fue un regalo de Irán, y los medios que fueron comprados para controlar a la prensa.
La preferencia de Morales por las mujeres jóvenes, que él confesó públicamente en más de una oportunidad, se confirmó con el caso de Gabriela Zapata, que fue puntal para motivar su caída. Una partida que figuraba en el Servicio del Registro Cívico probó que un hijo de Morales y Zapata fue legalmente inscrito, pero no se pudo determinar —porque las pruebas desaparecieron después— qué edad tenía la mujer cuando se embarazó. Si fue antes de sus 18 años, se trataría de un delito: estupro.
Entonces, resulta que todos los chistes sobre la corrupción, maldad y perversión del gobierno de Morales no eran bromas sino una triste realidad, y eso es algo sobre lo que se puede reflexionar en este 28 de diciembre, Día de los Santos Inocentes, cuando se acostumbra bromear impunemente.
¿Qué otras “bromas” serán verdad?, ¿el narcotráfico? Medio centenar de dirigentes del MAS eran investigados por ese delito hasta que se cambió el Gobierno y los jueces decidieron ser magnánimos con ellos.
Para esos jueces, que fueron complacientes con dicho gobierno y luego actuaron de la misma forma con el de Jeanine Áñez —y ahora parecen seguir esa línea con Arce en el poder—, la justicia también es una broma, una caricatura de la diosa Temis que besa los pies al poderoso, pero es cruel con los débiles.