Modernamente se acuña la expresión ‘genocidio cultural’ para designar e identificar a los que, sin eufemismos, roban el patrimonio cultural de una colectividad originaria, de un pueblo o de una nación. Genocidio cultural es la apropiación ilícita y clandestina de los bienes intangibles, muebles e inmuebles del seno y cautela de sus legítimos e inderogables legatarios, que es definitivamente un pueblo en su totalidad bajo la denominación de Nación, Estado o República.
El genocidio cultural es la expresión irrepetible del pensamiento de los pueblos que nos antecedieron, y su tránsito no fue anodino pues nos legaron su pensamiento expresado en arte. El genocidio cultural es la desaparición de la memoria colectiva de los pueblos.
El patrimonio cultural es el conjunto de bienes culturales como expresiones de un pueblo con derechos propios y con independencia al título de adquisición. El fundamento de la protección jurídica privilegiada del patrimonio cultural, que es además inembargable, por su característica social y radica en el interés de toda una Nación, Estado o Republica en tutelar esos bienes culturales intangibles, muebles e inmuebles.
Así se estructura un patrimonio cultural compuesto por maneras de pensar, costumbres, usos, hábitos y los progresos culturales que, como escribíamos, constituye el legado de pasadas generaciones, es decir, es el trasunto del desarrollo del conocimiento conociendo mejor a las culturas que nos han encumbrado a nuestra actual situación cultural y destruirlo con el tráfico y compraventa ilícitas es interrumpir el conocimiento.
Hoy, es desgarrador el comercio clandestino de obras y expresiones culturales y, en una última evaluación mundial, se estima en 51 mil millones de dólares el monto de ese tráfico ilícito.
Han contribuido negativamente en esta expoliación de nuestro patrimonio cultural los procesos coloniales, que fueron nefastos para la preservación de la cultura de los países conquistados. Hoy también irrumpe otro problema similar: el dinero ilícito que es blanqueo en este saqueo de maravillas de la creación intelectiva de mujeres y hombres que nos precedieron.
En nuestro país se existió y existe la tendencia ilícita de apropiarse y comercializar estos irremplazables valores que decantan en colecciones privadas y hasta impúdicamente en galerías públicas del exterior. Las personas que condujeron los ministerios de Cultura y Oficialías de Cultura, y diferentes denominaciones encargadas de la preservación y registro del patrimonio intangible y material de innumerables valores, son altamente sospechosas de la comisión de este delito, que se mantiene impune, precisamente, por la ausencia de un registro estricto y legitimado notarialmente de todos los bienes culturales de Bolivia, sin excepción, que no es poco.
Varios gobiernos del pasado, cándidos, ingenuos y quizás coludidos, confiaron la preservación de los lugares culturales emblemáticos y su contenido a personas que se autotitulaban ‘expertos en cultura’, aparentemente honestas, empero, estructuraron diligentemente su propia galería o museo personal.
* Es abogado, posgrados en Interculturalidad y Educación Superior, Filosofia y Ciencia Política, Arbitraje y Conciliación, Alta gerencia para abogados Derecho Aeronáutico, Docencia en Educación Superior, doctor honoris causa en Humanidades, profesor de pregrado y posgrado.