La improvisación del carnet de vacunación

María Silvia Trigo 07/01/2022
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El Gobierno acaba de retroceder en una medida que consideré uno de sus principales aciertos: la obligatoriedad de presentar carnet de vacunación para ingresar a lugares públicos, tal cual hacen otros países para promover la inmunización de sus habitantes. Sin embargo, tras las aglomeraciones en los centros de vacunación y el rechazo de un sector minoritario que no confía en la ciencia o cree que su libertad depende de un carnet, se ha pospuesto esta exigencia hasta fin de mes.

El éxito de cualquier decisión depende, entre otras cosas, de la capacidad de anticiparse a los posibles escenarios posteriores: responder a la pregunta ¿qué puede pasar después y cómo reacciono ante ello? La clave es imaginar la mayor cantidad de situaciones posibles y tener listas las respuestas a todas ellas o pensar cómo evitarlas. Este método sirve para todo, desde situaciones de la vida personal hasta para la implementación de políticas públicas. La postergación de exigir el carnet de vacunación sirve como ejemplo de un fracaso que se pudo haber evitado si se planificaba mejor.

La medida fue anunciada el 23 de diciembre y empezaba a ejecutarse el 1 de enero, lo que daba un plazo de una semana –en la época más complicada del año por festividades, viajes o cierres de gestión, además de dos feriados– para que la gente se vacune. Era evidente, dado el alto porcentaje de población que hasta esa fecha no se había vacunado, que iba a haber aglomeraciones. Anticiparse a este hecho hubiese permitido dar de inicio un plazo más amplio, incluso para cumplir con las dos dosis establecidas, y evitar la saturación de los centros de vacunación. También se podría haber implementado más puntos, especialmente en los lugares donde había más población sin ninguna dosis, y acompañar con una efectiva campaña comunicacional.

El Gobierno también reculó en su decisión de homologar los carnets de las personas que fueron vacunadas en el extranjero. Evidentemente era un despropósito poner a la gente, turistas incluidos, a realizar trámites para validar su documento. Sin embargo, hacer un análisis más profundo antes de anunciar la medida hubiese evitado el bochorno de lanzar el instructivo de homologación para anularlo tres días después y exponer tan vulgarmente la improvisación en la gestión.

Hay otros factores que no fueron tomados en cuenta, como que el carnet se obtiene de forma digital exclusivamente y no todos los bolivianos tienen acceso a internet o saben cómo usarlo. Tampoco se planificó una estrategia comunicacional a favor de las vacunas ni antes ni ahora y no hay una respuesta eficaz desde ningún nivel del Estado para combatir la desinformación: al contrario, muchas veces son los líderes políticos quienes la alientan con o sin intención.

Exigir el carnet de vacunación es una medida acertada para promover la inmunización y el número de personas que recibieron las dosis en los últimos días revela que la estrategia estaba dando resultados pese a sus errores. Retroceder en algo que pudo haberse evitado le resta autoridad, seriedad y confianza al Gobierno. Con este caso queda expuesto que a la Casa Grande del Pueblo deben entrar mejores estrategas y mejores comunicadores, urgente

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