Las corrientes del MAS

EDITORIAL Editorial Correo del Sur 04/02/2022
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Por ahora no hubo crisis de gabinete en el gobierno de Luis Arce, pero en los corrillos de la Casa Grande del Pueblo corre el rumor de que se producirá en cualquier momento. Esto, que en cualquier administración gubernamental puede pasar como algo natural, producto de los cambios necesarios después de un tiempo para reimpulsar una gestión, en el Movimiento Al Socialismo (MAS) se constituye en un acontecimiento mayor debido a su composición interna.

Todo el mundo sabe que el MAS no es un partido ortodoxo, como los que nos tuvo acostumbrados la historia nacional, sino que está compuesto por una base social que, al menos en los papeles, lo sostiene; por eso el agregado: “Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos”. Hace ya varios años que los principales “movimientos sociales” impulsores del masismo en Bolivia se aglutinan en torno al denominado “Pacto de Unidad”, que fue creado formalmente en 2004 y está integrado por organizaciones nacionales consideradas matrices: la Csutcb, la Cidob, el Conamaq, las Bartolinas y los Interculturales.

En paralelo, el MAS ha ido formando cuadros políticos, a un principio con figuras connotadas como la de Filemón Escóbar, uno de sus fundadores sobre los cimientos de lo que antes era el partido Movimiento al Socialismo-Unzaguista (MAS-U). Posteriormente aparece la figura de Evo Morales, como líder, que nunca deja de serlo, además, de los cocaleros del Trópico de Cochabamba.

Desde entonces, ha corrido agua bajo el puente. El MAS no es el mismo de aquel creado en 1995. Incluso varios de sus representantes en el ámbito público se han renovado, principalmente, después de la crisis de 2019, cuando el entonces presidente Morales, con la ciudadanía volcada en las ciudades capitales tras el fraude electoral detectado ese mismo año, huyó del país.

Luego, la historia es conocida: la opositora Jeanine Áñez asume el poder y logra bajar la convulsión social, aunque su año de gobierno transitorio acabaría siendo muy criticado por su ineficiencia y también porque la exsenadora se postuló a la presidencia y solo dio un paso al costado un mes antes de las elecciones de octubre de 2020, cuando finalmente entendió que no obtendría buenos resultados. Pero a esa altura, el mal cálculo político estaba consumado.

Lo que ocurrió después fue toda una sorpresa. Luis Arce, un candidato a priori débil, ganó los comicios presidenciales en primera vuelta y con un apabullante 55,1% de los votos; le sacó 26 puntos a su inmediato perseguidor, un opaco Carlos Mesa. Con una gestión exitosa en la era Morales, el exministro de Economía debía comandar el país y, mucho se especuló respecto a quién verdaderamente ostentaría el poder: si Arce, el presidente, o Evo, el jefe del partido.

Un panorama similar se dio en la vecina Argentina con la dupla de los Fernández: el presidente Alberto y la vicepresidenta y líder del justicialismo, Cristina. Rumbo a los tres años de gobierno, allá muy pocos dudan de que la que maneja las riendas de la nación es, en realidad, la viuda de Néstor Kirchner.

En Bolivia vino sucediendo algo parecido, hasta que en las últimas semanas al presidente Arce se lo notó fortalecido como para contrarrestar a, por lo menos, dos corrientes internas dentro del MAS, aparte de la suya. Las otras, según fuentes del partido, están encabezadas por Morales y por el vicepresidente Choquehuanca.

A propósito de informaciones que han destacado en el ámbito nacional en los últimos días, decisiones vinculadas con la lucha contra el narcotráfico y la instrucción de conformar una Comisión de Revisión de Casos de Violación y Feminicidio, para investigar qué sentenciados fueron liberados, constituyen un revés para Morales y un punto a favor de Arce, según coincidieron algunos analistas.

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