Lo que desechan las poblaciones en todos sus estratos es que el feminicidio sea tolerado como una rutina. Todas las sociedades sensibles, solidarias y amantes de la especie humana, sin la execrable discriminación de género, están preocupadas en forma perspicua y constante por la brutal violencia sexual y el feminicidio que crece y se establece en Bolivia y América Latina.
Esta incontestable realidad que viola el máximo concepto de respeto a la vida, que es un bien divino y jurídico inderogable, infiere que las sociedades reflexionen profundamente sobre sus propios fallos para asumir culpabilidad por el alto costo en la pérdida del progreso en cada país, que debe consolidarse en el mejoramiento de la aplicación del Derecho pues la impunidad es un elemento que procrastina el avance de las sociedades, perpetúa la violencia y la discriminación a las mujeres, que son los seres más importantes de la creación.
Hoy, en las ciudades latinoamericanas y en el campo, ningún hogar es un refugio seguro para conservar la integridad física y hasta la vida. El afán subalterno de mantener el autoritarismo machista decanta en la ineficiencia de los departamentos de Policía, que transforma su responsabilidad en una verdadera aporía debido a que continúa siendo muy peligroso denunciar a los agresores de mujeres y niñas para la propia víctima y sus familiares.
Este desajuste en las sociedades no es un problema fácil ni sencillo, por lo contrario, muy complicado, empero solucionable; para ello se requieren leyes draconianas que determinen la pena sin absoluta posibilidad de medidas sustitutivas menos de indulto, y políticas públicas, ciudades seguras, transporte seguro y solvente, escuelas seguras para evitar el acoso escolar, germen donde se inicia la violencia. También establecer el compromiso espiritual sin prescripción entre hombres y niños en la construcción, consolidación y defensa a ultranza de una cultura de inmaculado respeto a las mujeres y niñas, que extermine definitivamente y en todas sus formas posibles las agresiones y vejámenes, eliminando la recurrencia del feminicidio.
Este cambio debe suscitarse a muchos niveles, tanto en las estructuras culturales como físicas de las sociedades y, aunque se registran algunos progresos en 18 países de Latinoamérica, con la adaptación en la legislación para asegurar que el feminicidio sea investigado inmediatamente, un juicio sumarísimo y sentencia, que no deja de ser un lirismo pues existen leyes, no se implementan duramente con la coacción que debe aplicar todo juez probo y con conciencia moral y ordenar su estricta sujeción a la Policía.
Esta tendencia debe implantarse ecuménicamente y todos los gobiernos deben reconocer imperativamente la cruel dimensión y las implicaciones sociológicas que acarrea para un país la violencia contra mujeres y niñas, como efecto y como resultado, una fortísima acción judicial para lograr el cierre de los casos con condenas ejemplarizadoras que despierten el temor y la reflexión, sin un resquicio de posibilidad de indulto, como condición insalvable (conditio sine aequanon).
* Es abogado, posgrados en Filosofia y Ciencia Política, Arbitraje y Conciliación, Alta Gerencia para abogados, Derecho Aeronáutico, Interculturalidad y Educación Superior, docencia en Educación Superior, doctor honoris causa en Humanidades.