Lo que está ocurriendo en Ucrania es tan grave que el antecedente más próximo es el de la ocupación de Polonia, en los inicios de la Segunda Guerra Mundial.
Se trata, ni más ni menos, de una invasión que fue preparada tan descaradamente que resulta difícil de creer que el mundo no haya reaccionado antes de que sucediera.
El centro del conflicto era, hasta anoche, la región de Donbás, ubicada al este de Ucrania; luego se pasó a la capital misma: Kiev. Lo que el gobernante de Rusia, Vladimir Putin, hizo fue enviar gente a aquella zona, específicamente a porciones de Donestsk y Luhansk, donde, luego de instalarse, proclamaron la independencia de ambos lugares.
La ocupación de Donestsk y Luhansk fue el siguiente paso de Putin tras la invasión de Crimea, en 2014. Desde entonces, y a consecuencia de la violencia desatada por los ocupantes, que proclamaron repúblicas populares en ambos sitios, ya han muerto unas 14.000 personas.
Durante este tiempo, Putin estuvo moviendo tropas a la frontera con Ucrania, lo que revelaba sus propósitos de ocupación. El reconocimiento de la independencia de Donestsk y Luhansk, es decir, de las repúblicas separatistas que él mismo incitó a crear, lo desenmascaró frente a la comunidad internacional, a la que siempre negó sus propósitos de invasión.
Pero, como se ha visto por el avance de sus tropas, Putin no solo quiere controlar Donestsk y Luhansk, y la región de Donbás, sino Ucrania entera, y por eso pasó rápidamente a su siguiente objetivo: Kiev. Como la invasión ya es un hecho consumado, Occidente se está golpeando el pecho… ocho años tarde.
Y estos ocho años de reacción tardía se explican con el precedente de la anexión llevada a cabo en 2014 por el régimen ruso de la península ucraniana de Crimea y en absoluta impunidad. Constató entonces el jerarca de Moscú que le tenía cogida la medida a una Europa en decadencia, cada vez más irrelevante en la escena internacional, mientras el eje de la gobernanza global se ha deslizado imparable hacia lejanas latitudes, en Asia Pacífico. Y todo en un contexto de debilitamiento de las democracias frente a regímenes autoritarios y dictaduras que desafían las reglas y anhelan un nuevo orden mundial, uno que responda a sus visiones autocráticas.
¿Cuáles son los argumentos de Putin para justificar su invasión? Los vínculos históricos entre Rusia y Ucrania, que tienen el común denominador del antiguo pueblo rus; son los mismos que otras naciones europeas podrían esgrimir en torno a sus vecinos. Italia es el mejor ejemplo de lo que afirmamos porque su capital, Roma, se convirtió en uno de los imperios más extensos y duraderos del mundo antiguo que, por eso mismo, dejó su legado en varias naciones, no solo de Europa sino también de África.
El origen multiétnico de las naciones europeas desbarata, también, el argumento de Putin en el sentido de que el desmoronamiento de la Unión Soviética hizo pedazos al pueblo ruso. Después de todo, habrá que recordar que la URSS se formó sobre la base de ocupaciones y argumentos de raíces comunes que no fueron posibles de sustentar cuando se produjo su eclosión.
Los verdaderos intereses del autócrata de Moscú son económicos y geopolíticos, en ese orden. Económicos por el valor que tiene Ucrania en cuanto a sus recursos naturales, minerales y agrícolas, y geopolíticos porque representa una zona de seguridad para frenar el avance de la OTAN de la que el país invadido es frontera natural.
Europa, y el resto del mundo, no reaccionaron como debían cuando Rusia ocupó Crimea. ¿Qué podrá hacer ahora que Putin avanza mientras los demás cabildean?