Sin recibir ni agresión ni provocación ni nada, Rusia atacó a Ucrania y desató una guerra desproporcionada que en los primeros días está incurriendo en aquello que se denomina como crímenes de lesa humanidad. Aunque la condena de la opinión pública es mayoritaria, Ucrania está sola pues nadie ha acudido a defenderla militarmente. Los países de Occidente han optado por la vía de las sanciones económicas como respuesta al invasor.
Para Rusia, las sanciones podrán fácilmente revertirse o compensarse al tener el control de un país bajo su mando: perderá el acceso a la gran banca occidental, pero a cambio tendrá poco menos que bajo su propiedad un país que intentaba ser libre.
En toda guerra se violan los derechos civiles, pero en el caso de Ucrania se están cometiendo crímenes de lesa humanidad desde el primer día de los ataques. Crímenes de lesa humanidad son aquellos delitos que implican atacar los derechos humanos fundamentales de las personas, y que son un agravio no solo contra las víctimas directas, sino contra la Humanidad.
Son crímenes de gravedad que se cometen como parte de un ataque generalizado o sistemático contra una población civil. El concepto encaja perfectamente en el sufrimiento al que está siendo sometida Ucrania con los violentos ataques de Rusia.
Las imágenes que llegan de las ciudades atacadas muestran a población civil huyendo de las urbes, tanques aplastando ciudadanos civiles indefensos, padres separándose de sus hijos que evacúan las urbes mientras ellos se quedan a defender a su país. En contraparte, el Kremlin les dice a los ciudadanos que Ucrania tiene un gobierno nazi que quiere atacar Moscú con bombas nucleares, y varias otras mentiras con las que —se dice— habría logrado que más del 70% de los ciudadanos apoyen la guerra.
El presidente ruso Vladimir Putin llama “banda de drogadictos” y “neonazis” a los gobernantes de Ucrania y convoca a los militares ucranianos a dar un golpe de Estado contra el presidente Volodymir Zelensky.
Lo de Rusia ha comenzado también a superar los límites de su vecina Ucrania y ahora amenaza a Finlandia y Suecia con “graves repercusiones militares y políticas” si deciden ingresar a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Con ese gesto, Putin comienza a parecerse mucho a los dictadores más conocidos de la historia universal.
Ante una actitud de “amo de Europa”, como parece querer mostrarse Putin, los líderes de Occidente han reaccionado con firmeza, por ahora, de palabra.
Muchos países de la comunidad internacional han mostrado, además, una doble moral por diferentes motivos, principalmente económicos, que les vincula al país agresor.
Mientras tanto, la Iglesia católica, que en estos casos suele ser una voz necesaria, ha dicho muy poco.
Y en Bolivia, tras un inicial posicionamiento de aparente neutralidad de la Cancillería, ya han comenzado a hablar desde Evo Morales hasta algunos de sus diputados para manifestar su apoyo a Rusia, y cuándo no, responsabilizar a Estados Unidos.
No se toma en cuenta que lo que está ocurriendo en Ucrania es una invasión, una que ocurrió sin provocación alguna y, en Derecho Internacional, esto tiene un nombre: crimen de agresión.