En un interesante programa radial de hace pocos días, mi interlocutor me preguntaba si no me afecta el disgusto de alguna persona o autoridad cuando reclamo públicamente sobre aspectos relacionados con la ciudad, o con las obras que se hacen porque, añadía, a la gente no le gusta la crítica.
Mi respuesta fue breve, pero clara. Primero, cuando escribo, no lo hago para que le guste o no a la gente. Segundo, cuando hay crítica siempre hay sugerencia y trato de que el comentario sea positivo. Si no toman las observaciones con la misma intención con las que están escritas, mala suerte.
Recuerdo esa conversación porque precisamente hoy se me ha pedido que vuelva sobre el tema de la ampliación y restauración de aceras, lo que en su momento se ha destacado como corresponde. Era necesario ese trabajo porque el peatón ya no tenía por dónde caminar, al extremo de que, con el riesgo de sufrir algún accidente, se veía obligado a utilizar la calzada. Sin embargo, no se dejaron espacios para parqueo momentáneo, que se conocen como “pestañas” que permiten dejar o recoger pasajeros, mercadería o valores, en vehículos especiales que utilizan los bancos en este último caso.
Tampoco se ha tomado en cuenta el tráfico tan caótico que cada día se pone más difícil; es decir, se le mete nomás. Por si fuera poco, aun en el centro, se están construyendo rampas para facilitar los accesos a garajes y cualquiera puede diseñar su propia rampa y construirla sin permiso de nadie, mientras las autoridades del ramo dejan que todo el mundo haga lo que le viene en gana. Si se formara una comisión para constatar las barbaridades que hay en las calles del centro histórico y se publicaran fotografías, obligaría a los señores concejales a aprobar reglamentos que eviten que se siga convirtiendo en pueblo nuestra hermosa ciudad.
Las autoridades de patrimonio, por otra parte, son implacables cuando se trata de modificar una puerta en un patio interior, mientras se construyen edificios fuera de norma y rampas en calles angostas en pleno centro.
Estamos a algo más de tres años de celebrar el Bicentenario de la Fundación de la República y debería ser deber de todos embellecer la ciudad, empezando por no permitir que se sigan haciendo estragos. Poco a poco, podría iniciarse una acción destinada a incorporar los edificios y construcciones del entorno de la ciudad a las características de Sucre, para mantener nuestra tradición de Ciudad Blanca y, por supuesto, campañas de limpieza. Publicidad para ambos objetivos sería un medio ideal para educar y motivar a la ciudadanía.
Al cerrar esta nota, recibí un mensaje de Áreas Verdes de la Alcaldía: “sus magnolias están empezando a florecer”, y me mandan una hermosa fotografía. Se refieren a la plaza de las magnolias al final de la Av. Gregorio Donoso.
Agradecido, aclaro que es una obra conjunta de hace dos gestiones entre el Comité Custodio del Patrimonio y Mujeres Trabajando por Sucre, organización liderada por la Sra. Cristina Solares y Rosario Tadic. Por tanto, las magnolias son de todos nosotros y es una prueba de que el trabajo entre autoridades y sociedad civil es muy efectivo, cuando hay predisposición por supuesto.
Son detalles, pero importantes.