Contrabandistas armados asaltaron a militares que custodiaban un camión incautado. Con más habilidad que los propios uniformados lograron desarmarlos, recuperaron el vehículo de alto tonelaje y se lo llevaron. Parece una escena de película, pero ocurrió realmente y no en una carretera alejada sino en las proximidades de la avenida Beni y el octavo anillo de Santa Cruz de la Sierra.
Según las primeras investigaciones, cinco personas protagonizaron el asalto de recuperación del vehículo que había sido incautado por funcionarios de la Aduana Nacional.
La operación se desarrolló desde dos automotores que interceptaron al camión decomisado y, por ello, la Aduana presentó una denuncia ante la Fiscalía Departamental de Santa Cruz para que se investigue el caso. La única persona identificada es el conductor del camión, quien escapó junto a los que hicieron la operación de rescate del motorizado.
El camión, primero incautado y luego recuperado por los contrabandistas, transportaba cerveza y vino, productos ingresados ilegalmente de Argentina.
En las últimas semanas se logró incautar 15 camiones cargados con cerveza, maíz, soya, prendería y herbicidas que llegaron al país por la vía del contrabando, pero en ninguno de esos casos se había producido una operación de rescate como la antes comentada.
El contrabando y el narcotráfico son las dos actividades ilegales no solo más lucrativas, sino con mayor permisividad que operan en este tiempo en el país. Los mercados de todas las ciudades bolivianas están inundados de productos de consumo que han sido ingresados de contrabando, es decir, de manera clandestina y sin pagar impuestos.
No se trata de pequeñas cantidades de productos que entran en saquillos o maletas, sino de miles de toneladas de bebidas gaseosas, bebidas alcohólicas, productos de limpieza, alimentos, envasados y hasta medicamentos que cruzan las fronteras en camiones de alto tonelaje. Si es “contrabando hormiga”, pues, las hormigas son muchas.
En cuanto al contrabando de vehículos, es muy conocido el hecho de que las redes de contrabandistas operan con armas de última generación, de calidad incluso superior a las que emplean las fuerzas del orden, y que controlan las rutas del altiplano como si fueran un territorio libre de autoridades donde los que mandan son ellos, los delincuentes.
En aquellas regiones del país los contrabandistas están organizados prácticamente como una fuerza armada irregular que se comunica de manera digital por teléfonos satelitales y cuenta con la complicidad y la activa defensa de varias poblaciones ubicadas entre las fronteras y las grandes ciudades. Recién nomás se reportó, en Potosí, un decomiso en el que los pobladores salieron a recuperar los vehículos de los efectos de la lucha contra el contrabando.
Entre enero y febrero de este año, la Aduana decomisó más de Bs 82 millones en más de 1.200 operativos a nivel nacional. Los puestos de control en las carreteras subieron de 19 a 26 y eso contribuyó a tener una mayor efectividad.
¿Una buena noticia? Sí, pero también un indicador del alto nivel de contrabando que opera en el país, porque si se decomisaron más de Bs 82 millones, el daño económico de los productos que burlaron el control o pasaron en complicidad de estos es muy superior al de la cifra incautada.
El país sufre millonarias pérdidas por esta lacra no solamente por los impuestos que esos productos dejan de pagar, sino también por el enorme perjuicio a la industria nacional que deja de vender y producir porque los productos de contrabando se ofrecen a precios inferiores. En este círculo vicioso influye la política monetaria del Gobierno, que mantiene al boliviano sobrevalorado en comparación con las economías de los países vecinos. (R)