Hay dos personas que tienes que deslumbrar en tu vida. No es tu papá, ni tu mamá, ni tu familia, ni tus hijos, ni tu pareja. Eres tú a tus ocho años y tú a tus ochenta años. Todo lo que hagas mídelo dentro de esa vara.
¿Estarías tú a tus ocho años orgulloso de ti? Y a tus 80, ¿estarás orgulloso de lo que estás haciendo? La respuesta a esta pregunta no será cien por ciento determinante, pero te proporcionará una guía respecto al camino que recorres.
¿Jugaste lo suficiente en tu niñez, al pesca-pesca, Tawasasara, huevo podrido, sol y hielo, pelota quemada, chorro morro? ¿Alimentaste al Tamagochi de turno, paseaste en bicicleta? ¿Y el Monopolio o el Detective estuvieron presentes en tus noches familiares?
O tal vez otros juegos como la búsqueda del tesoro, bailar con Barney o aprender a contar con los Teletubies fueron tus lúdicos acompañantes.
Si no fue así, hoy, 12 de abril, Día del Niño en Bolivia, ¿te animarías a jugar con ese niño, esa niña interior? ¿O piensas que debe quedar allá en el baúl de los recuerdos?
Te animo a hacerlo. Así sientas o creas que ya no es el momento, o porque no sabes dónde fue a parar el tablero de tu juego favorito.
Si no quieres jugar, saltar, bailar, puedes dialogar con tu yo del pasado. Abrazarlo y sonreírle. Dedicarle buenos momentos. Jugar nos hace ganar seguridad y nos ayuda a crear una imagen optimista de nosotros mismos, porque descubrimos qué podemos hacer y hasta dónde podemos llegar. ¡Regálate un rato y juega!
Esencialmente los deberes de un niño están comprendidos entre jugar y aprender. Muchos pedagogos saben, además, que mientras juegas, aprendes. Ahí están las reglas mercantiles, que las entendiste gracias al Monopolio, o cómo resolver casos complejos cuando fuiste el Coronel Mostaza, acusando a la Señorita Escarlata, de cometer un asesinato con la llave inglesa, en la Biblioteca, cuando jugaste al Detective (Clue).
Jugar permite a los niños desarrollar aspectos psíquicos, físicos y sociales mientras experimenta sus emociones y expresa sus sentimientos.
El juego desarrolla tus potencialidades a través de una ejercitación placentera y espontánea; es expresión de ideas, sentimientos y fantasías; es elaboración de temores, angustias, ansiedades; es, en definitiva, actividad creadora.
Por ello, a tus ocho o a tus 80, celebra. No hay una receta perfecta para ser feliz, pero sí buenos ingredientes para recordar que la felicidad es un trayecto y no un destino.
Uno de esos ingredientes es el juego. Así que ponle a tu juego, a tu gran juego, amor por la vida, por ti, por los que te rodean, amor a la belleza, a la verdad… Las personas más felices son aquellas que demuestran hacer lo mejor por aquello que tienen.
* Es periodista.