Bocinas, trancadera y tengo que volver a casa. Es mediodía y el “rush hour” en Cochabamba te hará saborear la Bolivia profunda. Prendo el auto, play al grandes éxitos de Depeche Mode que me acompaña en el trayecto, guiñador para salir y nadie cede el paso. Cambio a modo “conducción defensiva” para ponerme a tono. Primer semáforo en rojo. Dos autos se pasan. Por supuesto, eran trufis. El de atrás me bocinea porque era su competencia. Le señalo el semáforo y me pasa casi raspando por un costado, en firme persecución al “sindicato pirata que le ha clonado la ruta” (si entiendes esa frase sin subtítulos, hablas boliviano nativo).
Tomo el carril izquierdo. Según las reglas de tránsito, ahí van los autos a mayor velocidad. Pero creo que ese día no fui a clases. Porque más de algún representante del Neanderthal, acelera a fondo por la derecha, para rebasar a todos. Otro miembro del Cromagnon, dobla inesperadamente, cerrando el paso. Una pobre alma de Dios que no sabe usar los guiñadores. Sigo avanzado, y las avenidas no están en las mejores condiciones, por lo tanto, la conducción se convierte ahora, en un juego de esquivar huecos, como en un videogame.
De pronto, una feroz trancadera, en una de las avenidas más grandes de la ciudad. ¿Qué habrá pasado? ¿Un accidente? No, un digno hijo representante de esta tierra, se ha parqueado en doble fila. Sus luces de parqueo prendidas, le dan “derecho a hacerlo”. Al pasar, le hago recuerdo a su madre, y me dice “salteñitas nomás he venido a comprar, un ratito siempre es”. El escudo de Bolivia debería tener dos frases: “fotocopia de carnet” y “parqueo en doble fila”. No hay nada más boliviano que eso. Sigo avanzando, sigo por la izquierda, y otra vez trancadera, esta vez, el carro de Emavra regando el jardín central de las avenidas, al mediodía, cuando más autos más. Felicidades. Que se “note que hay gestión”.
Un poco más allá, y a modo de adornar el trayecto, motos por doquier que creen que son invisibles e invencibles, además que tienen el Síndrome del Falo Reducido, y que necesitan compensar con el ruido de su escape. A propósito, todos los que le ponen “roncadora” a su auto o moto, por favor, hagan el tratamiento. En silencio, podrán compensar sus falencias, sin romper los tímpanos ajenos.
Recién estoy a medio camino. Pusieron unos turriles a media calle como “señalética” de “hombres trabajando”. Adivino que hay que desviar. A propósito, conducir en Bolivia es un fascinante ejercicio que potencia tus habilidades al máximo. Las autoridades colocan rompemuelles en donde sea, cuando sea, y por supuesto, sin pintarlos, para que tu mirada se agudice y actives tus reflejos. Gracias por tan lindo entrenamiento. Gracias por este rompemuelles, en subida, detrás de un micro. Otra cosa fascinante de manejar en el país, es que descubres que la pintura reflectante o la señalética reflectante, esa que se alumbra de noche, es un arma del imperio para controlar a las personas. Por eso, nunca jamás la verás en las calles. Gracias autoridades por cuidarnos de esta manera.
Ya estoy llegando a casa. Casi lo estoy logrando. Por suerte, todo el parque automotor está en grandes condiciones, todos hicieron inspección técnica y tienen SOAT. (Oye Marcelo, pero la inspección técnica la hacen por WhatsApp, foto al auto y una “colaboración al capitán”). ¿Qué? ¿Dije eso en voz alta? Olvídenlo y mejor sigamos. Ese auto no tiene placa. Ese otro es de 1965 y sigue en la calle, aquel bota humo negro, este bota humo gris, hay para escoger. Cuidado, una señora cruza la calle sin fijarse. Aquí dejaron una tapa de alcantarilla abierta. A una cuadra de la casa, sigue el caos vehicular. Es que los papás quieren recoger a sus hijos del colegio, en la puerta. Y más allá, marcha / bloqueo porque las vacas están flacas y hay que desviar. Finalmente en casa, y la Moni me dice “¿por qué tardaste tanto si son solo 6 km hasta aquí?”. Le digo con cara de Tilín, es “que Bolivia avanza”.
PD. De noche es exactamente igual, solo que los hijos de la playa ponen luces altas para encandilarte. Morir antes que esclavos vivir.