Hoy, 25 de Mayo de 2022, conmemoramos los 213 años del levantamiento revolucionario de 1809 que tuvo lugar en Charcas, hoy Sucre, capital constitucional de Bolivia.
Resulta penoso que tan magna celebración, que marcó el inicio de la Guerra de la Independencia, se haya devaluado en nuestro propio país a tal punto que, cuando se celebró su bicentenario, no se tendieron las bases para el futuro regional, como tantas veces planteó este diario faltando incluso años para esos fastos. Ha predominado una visión corta, estrecha, muy por debajo de la necesaria visión histórica del magno evento.
Desde la Sucre de hoy, la Universidad San Francisco Xavier de Chuquisaca fue, en los últimos años de la dominación española, el faro intelectual de la libertad sudamericana, ya que en esta ciudad se estableció —también— la Academia Carolina, donde se debatieron las ideas del enciclopedismo que dieron lugar a la Revolución Francesa. Por eso es que desde la vieja Charcas partió hacia todos los puntos cardinales de las colonias hispanas un brote de independencia que derivó en la emancipación sudamericana, alcanzada finalmente en 1825 tras los triunfos de Junín y Ayacucho. Chuquisaca fue, además, la simiente de la República de Bolivia, nacida aquí hace casi 200 años, y esa es la idea que hace falta subrayar: lo que está cerca ahora es el bicentenario del país, hoy denominado Estado Plurinacional de Bolivia.
¿Qué dirán los historiadores en el futuro cuando vean que los bicentenarios solo sirvieron para festejos, fotografías y el regodeo de las autoridades de turno? Seguramente manifestarán que Bolivia, una vez más, no pudo superar rencillas o diferencias internas en aras de un sentimiento nacional único. Triste, en verdad. Es un hecho: falta grandeza y sobran rencores.
Este año no será la excepción. El aniversario 213 del Primer Grito de Libertad en América Latina debería estar por encima de banderías u opiniones en pugna.
En medio, se cruzó la fallida elección del Defensor del Pueblo que, según reportes desde La Paz, podría dar lugar a que en cualquier momento se instale una sesión en la actual sede del Gobierno para elegir a esa autoridad sin la oposición.
Es de esperar que el aniversario de la revolución de 1809 no sea objeto de controversia y que se lo intente minimizar o menospreciar. No es lo que corresponde. Sí, en cambio, es pertinente un sentido patriótico nacional, profundo y de verdadera unidad entre los bolivianos, expresada esta última mediante hechos concretos y no en volátiles palabras.
Ojalá en la perenne danza que juntos bailan oficialistas y opositores, sin importar el tiempo, si antes o ahora, no primasen el egoísmo común, el encono y el rencor. Sucre merece una fiesta de realce. Autoridades y sus contrarios deben saber que serán juzgados por el tribunal implacable de los tiempos. Ya lamentamos lo ocurrido para el bicentenario del alzamiento de 1809 y alertamos que, de seguir las cosas como van, probablemente se repita la historia en 2025, cuando todos estemos recordando el de la fundación de Bolivia.
A estas alturas, ya se debería haber identificado con claridad a los lugares centrales de tan alta conmemoración, con Sucre a la cabeza, y definido símbolos como el Cerro Rico de Potosí para proceder con intervenciones urgentes, mirando al desarrollo de ambas ciudades, que tuvieron un protagonismo sin igual en el pasado a la hora de la construcción de nuestra Bolivia.