Los hijos de Evo

EDITORIAL Editorial Correo del Sur 29/05/2022
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La diferencia entre Evo Morales y Max Mendoza es de apenas 10 años, por cuanto aquel tiene 62 y este 52. Pese a eso, el dirigente universitario detenido ayer en Cochabamba y enviado por la noche a La Paz ha hecho méritos suficientes para ser el más notorio de los hijos politiqueros del expresidente.

Y es que la crisis de institucionalidad en la que ha caído el país, y que se refleja más claramente estos días en el sistema universitario nacional, tiene nombre y apellido y ese es el del exgobernante. Todo comenzó con la decisión que tomó Morales de postular nuevamente a la Presidencia del Estado en 2019, pese a que ya había rebasado en demasía las opciones que tenía de reelección y a que un referendo le había dicho “no” a sus pretensiones. En el momento en que decidió re-re-repostularse, Evo violó la Constitución Política del Estado y creó la situación de inestabilidad que eclosionó en octubre/noviembre de ese año.

Por lo sucedido, una de las características del gobierno de Morales fue su intención de extenderse en el ejercicio del poder más allá de lo que las normas permiten. Eso demostró también que uno de los rasgos de su personalidad es la vulneración de las normas y, de paso, se enoja cuando se le hace notar esas peculiaridades.

Max Mendoza va por ahí: extendió su mandato al frente de la Confederación Universitaria Boliviana (CUB) más allá de lo previsto (lleva seis años en ese cargo, sin contar el tiempo que fue dirigente de la Federación Universitaria Local (FUL) de Cochabamba); su prorroguismo vulnera normativas, al igual que su condición de asalariado, y, finalmente, se enoja cuando se le pregunta por estas irregularidades.

Como se sabe, el de Mendoza no es el único caso. El dirigente de la FUL de La Paz Álvaro Quelali Calle lleva ya 20 años en la universidad, mientras que su hermano Sergio está registrado en la Universidad Mayor de San Andrés desde hace 18 y es uno de los dirigentes más temidos de Ingeniería. Y ahí salta otro detalle que hace que estos dirigentes prorroguistas se parezcan a Evo Morales: la tendencia a usar métodos violentos.

Recuérdese que una de las conductas favoritas del dirigente cocalero era el bloqueo de caminos, que es una forma de violencia, y también se vio involucrado en casos extremadamente dudosos, como el asesinato de los esposos Andrade. Fue ese peligroso gusto por la violencia lo que hizo que los afines el MAS quemaran ánforas durante las elecciones en San Francisco Xavier, mientras que en Potosí la gente de Mauricio Quintanilla consiguió granadas de gas lacrimógeno para hacer fracasar una asamblea que, al final, detonó la tragedia con la muerte de cuatro universitarias.

Los sellos de Morales —prorroguismo, vulneración de la ley, uso de la violencia— son, también, los de los gobernantes de Cuba, Nicaragua y Venezuela a quienes, por eso mismo, Estados Unidos no invitará a la próxima Cumbre de las Américas. Evo ya ha salido a defenderlos. Ha dicho que en esos tres países existe una verdadera democracia y, si no se invita a sus presidentes, Bolivia no debería participar. El presidente Luis Arce ya ha anticipado que no asistirá a esa reunión si no se invita también a sus colegas cuestionados. 

Para el expresidente, la democracia no es la de las leyes —ni siquiera la que está consagrada en la Constitución Política del Estado que su partido propició— sino lo que dicta su capricho. Y junto a sus hijos, sus seguidores políticos, ha puesto al país como está.(R)

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