Desde hace muchos años, en esta columna, en programas de diferentes medios de comunicación y en diversos comentarios, se insiste en la necesidad de tomar acción enérgica para evitar que continúe el caos en el tráfico, el desorden generalizado y, especialmente, el crecimiento no planificado de áreas circundantes al centro histórico, cada vez más pequeño con relación a la superficie de la ciudad de Sucre.
Pasan las gestiones municipales y aumentan los edificios a medio construir, cambiando nuestra tradición de Ciudad Blanca por la de ciudad inconclusa o del ladrillo visto sin terminar. Se cree, indebidamente por cierto, que fachada es solamente la cara que da a la calle; es todo el exterior de un edificio o de una construcción. En el mejor de los casos, se logra que se termine solo el frente.
Durante la última versión de nuestro Circuito Automovilístico, en las filmaciones tomadas desde drones se ha podido apreciar que el centro está limitado a una manchita blanca, hermosa por cierto pero cada vez más chica. También se ha constatar la triste imagen del crecimiento urbano.
Pretender que los edificios inconclusos sean revocados y pintados es un absurdo, pero se puede crear desde la Alcaldía incentivos para que no aumente el crecimiento malsano y que, aunque sea poco a poco, los existentes se integren a las características de Sucre, como ha propuesto varias veces el Comité Custodio del Patrimonio, la última en la gestión anterior, en audiencia especial, oportunidad en la que se ha entregado un proyecto completo elaborado con la participación de concejales y técnicos municipales. Ahora debe estar durmiendo el sueño de los justos. Mayor irresponsabilidad, imposible.
Por si fuera poco, no se logró nada con el ejemplo que dio una empresa privada de revocar y pintar de blanco un edificio ubicado entre dos que no lo están, para que se pueda apreciar la diferencia. La empresa más grande de pinturas en Bolivia, además, ofreció pintar otro sin revocarlo, con una pintura especial que podría ser la solución, pero no se le dio a su oferta ni importancia ni atención.
Lo triste es que las autoridades municipales, cada una a su turno, creen que están haciendo una gestión espectacular –porque la gente que los rodea les hace creer lo que por supuesto no es evidente y la historia se repite y se repite, porque la realidad no la perciben hasta que acaba su mandato.
Ha habido interés de mucha gente para que Sucre recupere su imagen y mantenga su atractivo para incrementar el turismo, pero cada vez es menos la que se ocupa de esta ciudad patrimonial digna de mejor suerte. Ni siquiera existen dirigentes cívicos que tengan representatividad y, además, se han perdido instituciones como el Prahs o la Cooperación Española. Nos queda la Escuela Taller, siempre limitada de recursos. ¿Nos resignamos?