Para los dirigentes bolivianos, bloquear se ha convertido en una rutina. Es, según sus palabras, la única manera de hacerse escuchar en sus demandas y, por ello, ejecutan la medida de presión sin medir consecuencias, que, como se verá a continuación, existen:
Bolivia está a un paso de perder una de las más grandes oportunidades comerciales que hasta hace un tiempo tenía prácticamente asegurada en sus manos: el corredor bioceánico que vinculará al Atlántico con el Pacífico en una ruta terrestre por donde circulará gran parte del comercio sudamericano.
En tan importante proyecto para el transporte del comercio internacional se nos adelantó un país vecino: Paraguay, que avanza aceleradamente en la búsqueda de semejante objetivo, una oportunidad de oro. Hace poco inauguró el primer tramo de los 276 kilómetros de carretera asfaltada entre Carmelo Peralta, en la frontera con Brasil, y Pozo Hondo, en el límite con Salta (Argentina).
A Paraguay solo le falta completar el segundo tramo de la ruta hacia el lado argentino y, en el momento que esas obras concluyan, también la ruta bioceánica asfaltada estará completa, dado que en Brasil y Argentina las carreteras ya están concluidas.
El corredor bioceánico, sin Bolivia, parte en Porto Murtinho, en el estado de Mato Grosso do Sul (Brasil), pasa por el Río Paraguay a través de un puente que une Brasil con Carmelo Peralta en Paraguay, y de allí la ruta continúa hasta Pozo Hondo, frontera con Argentina.
El día que esas obras concluyan, Bolivia habrá quedado fuera de la ruta por varias razones, entre ellas el retraso en las obras, pero principalmente porque un país que permanentemente bloquea sus carreteras no da seguridad a nadie, menos al transporte internacional que busca certidumbre, confianza, estabilidad y debe cumplir rigurosos plazos contractuales.
En Bolivia se bloquean carreteras por todo y por nada: desde demandas de un rompemuelles hasta motivaciones políticas para destruir al adversario partidario, pasando por demandas de escuelas, regalías, maquinarias o cualquier otro pedido en que los bloqueadores han demostrado tener un alto sentido de oportunidad y hasta de creatividad.
Si bien la alternativa paraguaya hace parte del eje de integración Mercosur-Chile, para Bolivia representa una dura competencia para la carga en tránsito. No basta con la ampliación de las rutas bolivianas a doble vía, lo que se está haciendo en este tiempo, sino que también se requeriría transformar radicalmente las condiciones del desarrollo logístico, como los procedimientos lentos de cruce de frontera.
La alta conflictividad social que implica cortes permanentes de rutas internacionales es otro de los aspectos centrales en las dificultades bolivianas para ofrecer una opción competitiva: en este campo, poco o nada se puede hacer si el propio Gobierno es tolerante con los bloqueos, muchos de los cuales tienen como protagonistas a poblaciones o comunidades políticamente aliadas del partido gobernante.
La respuesta de las autoridades nacionales frente a esta oportunidad prácticamente perdida trata de minimizar los riesgos ignorando los evidentes avances de Paraguay en esta materia. Los argumentos del Ministro de Obras Públicas son meros justificativos.
No hay peor ciego que el que no quiere ver, dice la expresión popular, y habría que preguntarse si en este caso no aplica para explicar la mirada gubernamental, aparentemente distante de la realidad. El caso comprobable e innegable, por ahora, es que Paraguay trabaja rápido y esta acción le resta a Bolivia la oportunidad de convertirse en el país articulador del comercio internacional, con una gran ventaja que Bolivia no podría ofrecer: ellos no bloquean sus carreteras.