Para hoy, miércoles 22 de junio, las juntas vecinales de Sucre han anunciado una toma de instituciones que, en los hechos, se traduce en bloqueos de las calles circundantes a las entidades del Estado sobre las que protestan, con lo que se repite el perjuicio vivido ya el lunes. Al menos esta vez están siendo un poco más conscientes, porque flexibilizaron su medida de presión, que incluía bloqueos de los ingresos a la ciudad, pero, en general, para los dirigentes bolivianos bloquear se ha convertido en una rutina. Es, según suelen argumentar, la única manera de que les escuchen sus demandas.
Pareciera que no aprendemos nunca. Para muestra, el botón más grande: Bolivia está a un paso de perder una de las más grandes oportunidades comerciales que hasta hace un tiempo tenía prácticamente asegurada en sus manos: el corredor bioceánico que vinculará al Atlántico con el Pacífico en una ruta terrestre por donde circulará gran parte del comercio sudamericano.
En tan importante proyecto para el transporte del comercio internacional se nos adelantó un país vecino: Paraguay, que avanza aceleradamente en la búsqueda de semejante objetivo, una oportunidad de oro. Hace poco inauguró el primer tramo de los 276 kilómetros de carretera asfaltada entre Carmelo Peralta, en la frontera con Brasil, y Pozo Hondo, en el límite con Salta (Argentina).
A Paraguay solo le falta completar el segundo tramo de la ruta hacia el lado argentino y, en el momento que esas obras concluyan, también la ruta bioceánica asfaltada estará completa, dado que en Brasil y Argentina las carreteras ya están concluidas.
El corredor bioceánico, sin Bolivia, parte en Porto Murtinho, en el estado de Mato Grosso do Sul (Brasil), pasa por el Río Paraguay a través de un puente que une Brasil con Carmelo Peralta en Paraguay, y de allí la ruta continúa hasta Pozo Hondo, frontera con Argentina.
El día que esas obras concluyan, Bolivia habrá quedado fuera de la ruta por varias razones, entre ellas el retraso en las obras, pero principalmente porque un país que permanentemente bloquea sus carreteras no da seguridad a nadie, menos al transporte internacional que busca certidumbre, confianza, estabilidad y debe cumplir rigurosos plazos contractuales.
En Bolivia se bloquean calles y carreteras por todo y por nada: desde demandas de un rompemuelles hasta motivaciones políticas para destruir al adversario partidario, pasando por demandas de escuelas, regalías, maquinarias o cualquier otro pedido. Los bloqueadores han demostrado tener un alto sentido de oportunidad, incluso también de creatividad.
En el caso de lo que ocurre este lunes en Sucre, las juntas vecinales exigen la “destitución inmediata” de la Registradora de Derechos Reales, la reestructuración de esa entidad del Estado, la “designación inmediata” del Subregistrador y, finalmente, una auditoría interna a Derechos Reales.
La medida de los bloqueos, anunciada con anticipación, ha obligado a instituciones públicas a suspender algunas de sus actividades, como la presentación de la realidad virtual en el castillo de La Glorieta, y, además, algunos colegios han resuelto pasar clases virtuales, tomando en cuenta el serio perjuicio ocasionado el lunes por los mismos bloqueadores, que imposibilitaron la llegada de los estudiantes en horario. (Esta realidad no solamente se vive en Sucre, sino también en todas las ciudades del país por la insistencia de los dirigentes de diferentes sectores sociales de aplicar el mismo método de protesta).
Así como la medida no siempre se impone con buen criterio, porque las dirigencias muchas veces no están bien informadas sobre, por ejemplo, cómo se procede a cambiar un funcionario público, también sirve para afectar a proyectos internacionales como el mencionado, que posibilitaría la conexión de Bolivia a los mercados del Pacífico.