Con planificación o sin ella, se han renovado y ampliado, en algunos casos, las aceras del casco viejo de la ciudad de Sucre. El tráfico se ha complicado, pero los medios de comunicación informan que la Alcaldía se está ocupando del tema por lo que hay que esperar con optimismo que las medidas que se adopten permitan una mejor circulación de vehículos y también mejores condiciones para los peatones, que ya no tenían por dónde caminar.
Sin embargo, no están proliferando, ya han proliferado las rampas que permiten la entrada de vehículos a los garajes que se han abierto en todo el casco viejo porque las puertas de calle, sin que nadie parece haberse dado cuenta, se han convertido en entrada de vehículos sin importar la altura, ni de las aceras ni de las puertas que se han habilitado para garaje. Por tanto, hay muchísimas rampas de diferente nivel que son un peligro para vehículos y para peatones.
Adicionalmente, en las esquinas se han construido rampas para sillas de ruedas. En Sucre, felizmente hay pocos minusválidos que las utilizan para desplazarse. En cambio, hay muchos no videntes para los cuales todas las rampas son un peligro para su seguridad personal.
Todos tienen derecho a guardar sus vehículos en sus respectivos domicilios, pero ciertamente debería normarse la construcción de estas rampas que antes estaban totalmente prohibidas y obligaban a los propietarios de vehículos a construirlas de madera o de metal para ponerlas y sacarlas cuando precisaban utilizarlas. En otras palabras, servían para comodidad de quienes tenían vehículo, pero se resguardaba la seguridad de los peatones que no encuentran en este país la consideración que en otros, donde es por supuesto una obligación darles siempre prioridad.
En una ciudad de calles angostas como la nuestra, donde además ha aumentado como en todas partes el número de vehículos, las soluciones no son nada fáciles, pero tampoco puede dejarse que cada uno haga lo que quiera porque hay tal cantidad de aberraciones que en un concurso de fotografías se las podría juntar en un álbum fotográfico para que se pueda conocer la imaginación de la gente para optar por soluciones sin pensar en la seguridad del prójimo y olvidándose, por supuesto, del aspecto de la ciudad.
Ha sido siempre norma en estas columna citar el problema y sugerir soluciones; por ello, los profesionales del ramo podrían estudiar la forma menos peligrosa de facilitar el ingreso y salida de vehículos de los diferentes inmuebles, sin poner en peligro a los transeúntes. Por ejemplo, establecer alturas máximas para construir rampas, tomando en cuenta el ancho de las aceras y de las calzadas, en base a las cuales se podrían definir unos tres tipos de modelos y autorizarlos mediante disposiciones municipales.
Dejar las cosas como están, y al libre albedrío de la gente, es propio de los lugares donde no hay Dios ni ley.