Santa Cruz cumplió un paro exigiendo un “censo justo” en 2023. La sola inclusión del criterio de justicia convierte a esa demanda en un pedido nacional.
Y es que, en los últimos años, los censos no cumplieron su objetivo intrínseco, sino que ampliaron las brechas de pobreza existentes en nuestro país. Con los resultados de esos censos, las regiones pobres se volvieron más pobres y las ricas son todavía más ricas. Y en este último grupo está Santa Cruz.
¿Cómo es que un censo puede ahondar la pobreza? Cuando se lo malea y mal utiliza.
En una larga entrevista que le hice al director ejecutivo de la Fundación Jubileo, Juan Carlos Núñez, este admitió que las autoridades regionales han tergiversado el verdadero sentido del Censo Nacional de Población y Vivienda al convertirlo en una mera herramienta de distribución de recursos.
Un censo sirve para conocer cuántos habitantes tiene un país, y cuáles son sus necesidades. En Bolivia, para lo único que han servido los censos de los últimos años es para conocer la cantidad de habitantes, dato que es usado para la distribución de los recursos de la coparticipación tributaria. Las regiones que aparecen con más gente recibirán más recursos que aquellos que son expulsores de población y ahí es donde Santa Cruz saca ventaja a todos porque es la región que recibió, y sigue recibiendo, oleadas migratorias. Núñez me dijo que las proyecciones sobre Santa Cruz son asombrosas: por efecto de la migración, allí encontraremos a las segundas poblaciones más grandes de Oruro y Potosí y sus recursos de coparticipación se dirigirán allá.
Pero eso no es todo.
Como se confirmará que la población de Santa Cruz siguió creciendo, habrá que modificar los escaños de la cámara baja. Esta región seguirá sumando diputados en detrimento de las expulsoras de población, presumiblemente Oruro y Potosí.
Y a eso hay que sumar la manipulación de datos que se ha hecho normal en varios lugares del área dispersa. Hubo migración interna y los habitantes de poblaciones pequeñas se fueron a vivir a las capitales de Departamento, pero, para el censo, sus autoridades originarias los convocan, incluso con amenazas de cortarles el agua para el riego o quitarles sus tierras. Entonces, durante el censo, las personas que viven en una ciudad, se hacen contar en su lugar de origen, proporcionando un dato errado. Eso es tergiversar el censo.
Si el censo se hubiera realizado en noviembre, como estaba previsto, habría sido injusto, puesto que no habría reflejado la realidad poblacional del país. Un censo es una herramienta para el desarrollo, pero, si se lo sigue usando así, solo con fines económicos, nunca será justo, ni en 2023 ni en 2024.
Busquemos, entonces, un “censo justo”, uno que no solo refleje la verdad sobre cuántos somos los bolivianos en el lugar donde vivimos, sino que permita planificar el desarrollo sin perjudicarnos entre nosotros.
Así, y solo así, tendrá sentido que se realice el censo.