Balanza norte: 1825 - 2022

EDITORIAL Editorial Correo del Sur 07/08/2022
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Bolivia nació hace 197 años. Un día como hoy, 6 de Agosto, pero de 1825, se suscribió un documento titulado “Acta de la Independencia del Alto Perú” que fue el resultado de las deliberaciones de los 45 diputados que se reunieron en Chuquisaca para decidir el destino de las cinco provincias que, entonces, conformaban las provincias alta del Río de la Plata: La Paz, Charcas, Potosí, Cochabamba y Santa Cruz.

Aunque el acta comienza con una feroz referencia al sometimiento español (“Lanzándose furioso el León de Iberia desde las columnas de Hércules hasta los imperios de Moctezuma y de Atahualpa, es por muchas centurias que ha despedazado el desgraciado cuerpo de América y nutrídose con su sustancia…”), la verdad es que la declaración de independencia no se refería solo a la corona española, sino también a las aspiraciones que tenían otros dos países, Perú y las Provincias Unidas del Río de la Plata, respecto a la ex Audiencia de Charcas.

Cuando estalló la Guerra de la Independencia, el 1 de enero de 1809, Charcas formaba parte del Virreinato del Río de la Plata, que la consideraba sus “provincias altas”, pero, tras la Revolución de Mayo, con la que Buenos Aires mostraba sus verdaderos propósitos de independizarse de España, el virrey del Perú, José Fernando de Abascal y Souza, promulgó un decreto por el que agregaba a su virreinato “las expresadas Provincias dependientes de la Gobernación del Río de la Plata, en todos los ramos de Hacienda, Guerra, Política y Justicia…”. En virtud a esta disposición virreinal, emitida el 13 de julio de 1810, el territorio que hoy es Bolivia volvía a depender del Virreinato del Perú.

Según su decreto, Abascal esperaba que se restituya la autoridad del virrey del Río de la Plata, para devolverle Charcas, pero, como eso no ocurrió, ese territorio llegó a 1825 con un embrollo jurídico: las Provincias Unidas del Río de la Plata lo reclamaban, por haber sido parte de su virreinato cuando estalló la revolución, pero también lo hacía Perú, por la vigencia del decreto de Abascal.

Bolívar era dictador del Perú y su medida más lógica era decantarse por ese país, pero los líderes de Buenos Aires le escribían reclamándole sus derechos, particularmente el acuerdo de “lo que habéis poseído seguiréis poseyendo”, que fue el que asumieron las naciones que se independizaron de España. En medio de esa encrucijada, el chuquisaqueño Casimiro Olañeta, que se carteaba tanto con Bolívar como con Sucre, alcanzó a este y le expresó el deseo de las provincias de Charcas de no pertenecer ni al Perú, ni al Río de la Plata. Los historiadores afirman que, como consecuencia de esa entrevista, el mariscal de Ayacucho convocó a la Asamblea General de Diputados del Alto Perú que, tras deliberar en Chuquisaca, decidió que no formaría parte ni de uno, ni otro país y que sus provincias conformarían una nueva nación (“se erige en un Estado soberano é independiente de todas las naciones, tanto del viejo como del nuevo mundo…”). Fue, por tanto, una decisión política motivada por razones económicas: los dueños de la tierra, y los nuevos dueños de la situación, entre los que se encontraba Olañeta, no podrían mandar en un país extenso, así que decidieron reducirse lo más posible.

Como apuntamos ayer en este mismo espacio, cuando nació Bolivia, la balanza estaba inclinada al sur, y así lo demuestra la composición regional en la asamblea de diputados, pero, tras la guerra civil, se inclinó hacia el norte y, así se mantiene.

La Paz ha mantenido una hegemonía que ahora se ve amenazada por la insurgencia de una región fuerte y poderosa, Santa Cruz, fortalecida con importantes oleadas migratorias del mismísimo sur, que ahora está debilitado. Resta ver, de aquí en adelante, cómo será la correlación de fuerzas en los años siguientes.

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