Por razones sobradamente conocidas, agosto es el mes de la Patria pero, al margen de ello, si de mirar al pasado se trata, fue también el tiempo en el que ocurrió un hecho que no se ha cerrado hasta ahora: el caso denominado “Maletinazo”.
Ocurrió en agosto de 2007 e involucró a Venezuela, Argentina y, tangencialmente, a nuestro país. Los involucrados eran Hugo Chávez, Cristina Fernández de Kirchner y Evo Morales que, como se sabe, fueron, y los dos últimos todavía son, importantes figuras del denominado “Socialismo del Siglo XXI”.
Entonces, Chávez visitaba Argentina y funcionarios de la Aduana decomisaron un maletín con 800 mil dólares que el empresario venezolano Guido Alejandro Antonini Wilson intentaba internar al vecino país sin justificación alguna, luego de arribar en un avión privado en el que también viajaban ejecutivos de empresas petroleras de ambos países. Coincidencia o no, el hecho, que fue conocido como el “maletinazo”, adquirió ribetes de escándalo.
Lógicamente, la tormenta se desató con más intensidad en Argentina. Y no era para menos: el avión privado había sido contratado por el Gobierno de ese país para que sus funcionarios retornen de Caracas; hasta el momento, no hay una explicación oficial sobre la presencia del empresario en esa nave. Se estableció, por otra parte, que el venezolano ingresó a Buenos Aires 12 veces aquel año. En su país, los voceros oficiales intentaron minimizar el hecho y, como era de esperarse, Chávez culpó al “imperio” de “planificar la detención” del empresario y se estrelló contra los periodistas, a quienes acusó de magnificar la situación.
Para la oposición venezolana, lo acontecido es solo una porción de la “descomposición” que viven todos los sectores de su país, particularmente la empresa estatal petrolera Pdvsa, que ya entonces estaba envuelta en una grave crisis institucional y con denuncias de actos de corrupción cometidos por sus ejecutivos.
Hasta ahí, los alcances de lo ocurrido en Buenos Aires y que involucra a los dos países mencionados. Pero resulta que apareció el nombre de Bolivia como posible tercer protagonista cuando el Ministro de Relaciones Exteriores de Venezuela, al poner en duda que el país de procedencia del dinero sea suyo, afirmó que el avión había hecho una escala en el aeropuerto de Viru Viru. De esta forma, el Canciller caribeño, quizás para salvar su pellejo y el de otros jerarcas chavistas, insinuó que el maletín había salido de nuestro país y no tuvo el menor reparo en despertar la sospecha sobre su principal aliado: el régimen masista.
Empero, conforme avanzaron las investigaciones, se descartó la posibilidad de que el dinero haya salido de Bolivia y quedó claro que su origen era nomás venezolano. Como el régimen chavista insistió en tomar distancia del asunto, saltó una acusación de marca mayor: lavado de dinero. Esa fue la razón que abrió la competencia del FBI que, en una vuelta de tuerca, logró llevarse a Antonini a Estados Unidos no como detenido, sino en calidad de testigo. A partir de ahí, la historia comenzó a extenderse y hasta ahora, 13 años después, no ha llegado a su fin. Un total de 13 personas han sido involucradas en el caso y una de ellas es Daniel Uzcategui Specht, hijo del entonces vicepresidente de Pdvsa, Diego Uzcátegui, quien debió renunciar al cargo por lo sucedido, pero después fue reacomodado por Nicolás Maduro.
Pero lo verdaderamente importante de este dilatado caso es que, algunas semanas después de iniciada la investigación, el FBI determinó, sobre la base de declaraciones testificales, que el dinero estaba destinado a financiar la campaña de la entonces candidata a la presidencia de Argentina, Cristina Fernández. ¿Qué ocurrió después de eso? Poco. Entretanto, Antonini vive en Miami, protegido por Washington.