Y siguen los accidentes…

EDITORIAL Editorial Correo del Sur 22/08/2022
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La vida en los caminos de Bolivia parece ya no valer nada. Uno tras otro se producen los accidentes apagando la vida de decenas de personas y todos nos quedamos sentamos, impotentes, a contemplar las imágenes o fotos de la tragedia. Volvió a suceder el último sábado, cuando un bus de “Flota Bolívar” que llevaba a 44 pasajeros se estrelló contra un farallón. Por ello, una vez más, tenemos que lamentar la pérdida de vidas humanas.

Unas veces se nos dice que el conductor estaba ebrio, otras que hubo fallas mecánicas y, las más de las ocasiones, que quien conducía lo hacía con exceso de velocidad.

¿Qué podemos hacer frente a este tipo de problemas? Es evidente que perdemos el tiempo si creemos que toda la solución está en manos de una Policía que en más de una ocasión hizo anuncios que solo cumplió por unos días, como aquel de destinar un uniformado para cada viaje, sobre todo durante los días de Carnaval u otras fiestas.

Ese anuncio se olvidó hace mucho y los pasajeros quedamos abandonados a nuestra suerte, peor aún los habitantes del sur del país porque los propietarios de las empresas de transporte parecen vernos con desprecio, ya que destinan los peores buses al servicio desde y hacia nuestras ciudades, con choferes malcriados al volante.

Otro detalle que ha pasado al olvido es el uso de los radares o pistolas de control de velocidad, que solían ser frecuentes en los tramos camineros próximos a los retenes. ¿Qué ha pasado con esos equipos? Si ya no funcionan, o cumplieron su tiempo de vida útil, ¿por qué no han sido reemplazados?

Al margen de lo que debería hacer la Policía para que los buses que circulan estén en buenas condiciones, que quienes los conducen no estén ebrios o no vayan a altas velocidades, hay un poder que nosotros, como ciudadanas y ciudadanos, tenemos en nuestras manos y debemos comenzar a usar.

En vez de sentarnos únicamente a contemplar la tragedia, tenemos la posibilidad de comenzar a ejercer nuestros derechos ciudadanos. No es una utopía.

Si nos subimos a un bus cuyo conductor está ebrio, nosotros en nuestra calidad de pasajeros no deberíamos permitir que dicha flota salga de la Terminal y, si ya lo hizo, deberíamos obligar al chofer a parar y dormir o retornar al lugar de partida. Si nos damos cuenta de que el conductor está imprimiendo una velocidad exagerada, debemos obligarle a aminorar la marcha.

En este ejercicio de nuestros derechos ciudadanos de no ser tratados como animales ni carga se han dado casos en los que algún pasajero se ha bajado de un bus en la primera tranca en la que éste paró para denunciar ante Tránsito la existencia de pasajeros en pasillos, lo que está prohibido. Imitemos todos este ejemplo.

Si nosotros, los pasajeros, somos los más interesados en preservar nuestra vida, no podemos dejar en manos de personas irresponsables la decisión de si tenemos o no derecho a seguir existiendo. Por tanto, no podemos quedarnos sentados contemplando cómo atropellan nuestro derecho más importante y esencial cual es el derecho a la vida.

Y debemos ejercer nuestros derechos en todo momento y no únicamente en las carreteras, sino en nuestra vida cotidiana que nos obliga a movernos de un lugar a otro por motivos de trabajo, de ocio o familiares.

Pero, para ejercer nuestros derechos, primero tenemos que conocerlos. Por ello, es importante que sepamos cuáles son éstos y que se los contemos a nuestros hijos. Ni siquiera nos estamos refiriendo aquí a los derechos de segunda generación, sino a los más básicos, como el derecho que tenemos, simple y llanamente, a seguir latiendo en este mundo.

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