Como nunca antes ha sucedido en la historia del deporte boliviano, el ilustre raquetbolista chuquisaqueño Conrrado Moscoso Ortiz ha logrado también el Campeonato Mundial de Raquetball en la categoría singles derrotando en la final al múltiple excampeón Rocky Carson. Por si no fuera suficiente, junto con otro gran deportista, el cruceño Roland Keller, consiguieron la presea de plata en dobles, es decir, el subcampeonato mundial, del deporte más rápido del mundo.
No es la primera vez que el eximio deportista logra tamaña hazaña, pues ha sido ya campeón mundial juvenil en dobles, medalla de oro en los Juegos Bolivarianos, en los Panamericanos y así sucesivamente un vasto récord qué, de lejos, ningún otro deportista boliviano puede ostentar y convierte al maestro en el mejor deportista boliviano de todos los tiempos.
Aquí, en su tierra amada, simplemente no existe ya ningún premio, condecoración o alguna otra distinción más con la que los chuquisaqueños podamos honrarle y, por supuesto agradecerle, salvo el enorme cariño y reconocimiento que le tenemos a este ilustre hijo de la Capital.
Su brillante participación en el XXI Campeonato Mundial realizado en San Luis Potosí (México) le ha puesto una vez más en el foco de la opinión pública nacional; debiera recordarnos y ojalá motivar más allá de los discursos zalameros a esta altura del partido, bien ganadas felicitaciones y otras que incluso, en algunos casos, hasta suenan a hipócritas y oportunistas (bien fácil es aplaudirte cuando ya estás de retorno con las doradas, cuando al salir fuiste indiferente), para que se establezca una estructura de apoyo no solo públicos (alguito hay) sino también privado, que soporten a esta generación dorada del raquetball boliviano, el único que ha logrado y no ocasionalmente sino sistemáticamente éxitos sostenidos en las grandes ligas mundiales.
El éxito del chuquisaqueño no es casualidad. Viene antecedido de muchos otros raquetbolistas que desde el siglo pasado ya sacaron lustre a este, de muy lejos, único deporte realmente competitivo boliviano. Debe quedar no solo en la anécdota –como ocurrió en San Luis Potosí– cuando en las finales hubo jugadoras bolivianas disputando las doradas, contratadas por… otros países. Bolivia exporta jugadores que, recibiendo en el exterior el auspicio que se merecen, terminan representando, defendiendo y dando logros a casacas ajenas, que sí tienen la visión de apoyarles.
Ojalá que este resonante éxito de Moscoso Ortiz y de los brillantes raquetbolistas bolivianos no se agote en la semana que viene y sirva para armar por fin esa estructura de auspicio público y privado sostenible que además de apoyar un equipo boliviano (que no solo incluya, como ahora ocurre, a los jugadores que tienen que hacer de todo, sino un equipo técnico con DT, masajista, psicólogo, nutricionista, etc.) e incluso, logre repatriar a nuestros créditos que ahora juegan para otros países.
En lo inmediato, además del enorme cariño y agradecimiento con el que le arropamos cotidianamente por esa felicidad con la que nos regala con sus reiterados éxitos, probando que los bolivianos somos también de oro, este brillante ciudadano chuquisaqueño merece la condecoración del Cóndor de los Andes, la más alta distinción que otorga el Estado reservada, según la Ley No. 1762, del 5 de marzo de 1997, por eminentes servicios prestados a la Nación. Sería espectacular hacerlo en la Capital, en la Casa de la Libertad, junto con nuestra Matilde, que ya tiene reservada la orden. La pelota queda en la cancha de los que deciden. Marcel Proust nos aconseja: “Seamos agradecidos con las personas que nos hacen felices, ellos son los encantadores jardineros que hacen florecer nuestra alma”.