Educación para la vida en democracia

Eddie Cóndor Chuquiruna 31/08/2022
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Siguiendo al Instituto Interamericano de Derechos Humanos, se trata de “un enfoque integral de la educación cuya finalidad es promover en los estudiantes el desarrollo de conocimientos, habilidades, destrezas, y actitudes que contribuyan a la formación de personalidades democráticas y a la construcción de un estilo de convivencia más armonioso y humano”. Involucra el desarrollo de sistemas y contextos educativos que integralmente favorezcan el aprendizaje de valores democráticos, los derechos humanos y la tolerancia.

En 1996, los ministros de Educación de América Latina y el Caribe, reunidos en la ciudad de Kingston (Jamaica), señalaban que “no hay desarrollo sustentable sin paz, no hay paz sin desarrollo, no hay paz ni desarrollo sin democracia y nada de esto se puede lograr plenamente sin asegurar una educación de calidad, que gestione en los educandos las competencias específicas para comportarse pacíficamente y democráticamente”. Desde entonces empezó a consolidarse un marcado interés por renovar los programas curriculares estatales con algunos enfoques favorables a la sensibilización respecto a valores democráticos y de cultura de paz. Para finales de los 90, el consenso era total.

Así, según White, “así como no se aprenden la biología, las matemáticas, a leer o escribir por el solo hecho de estar en el mundo, tampoco se aprende a vivir en democracia y respetar los derechos humanos por el solo hecho de vivir en una sociedad democrática y en una cultura respetuosa de los derechos humanos. Nadie puede negar que esta es una condición necesaria, pero todos sabemos también que no es una condición suficiente. Se requiere intencionar deliberadamente este aprendizaje”.

Ante esta constatación, el sistema educativo (elementos dirigidos a desarrollar una educación uniforme, especialmente instituciones y normas) debe asumir el compromiso, como mecanismo de socialización secundaria del ser humano, no solo de entregar conocimientos sino de desarrollar habilidades y valores en sus estudiantes que les permitan formar parte de la sociedad a que pertenecen. En ese sentido, deben ser flexibles para responder a estas nuevas condiciones de manera que la democracia, la paz y el desarrollo sean el fundamento de los nuevos procesos educativos. En ellos, los individuos, mediante prácticas democráticas y tolerantes, deben: participar y ser actores de su propio desarrollo; reconocer la identidad y legitimidad de los otros y actuar solidariamente; aplicar las competencias adquiridas en el sistema educativo y participar voluntaria y responsablemente en la transformación productiva y social que conduce al desarrollo.

Hoy también existe un sólido consenso mundial sobre la necesidad y la importancia de educar la vida democrática y tolerante. Y, también, sobre la responsabilidad de los Estados en implementar tal educación para todos sus habitantes. Están plasmados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948) desde su preámbulo. Luego se fue ampliando y profundizando en otros instrumentos de derechos humanos, declaraciones y resoluciones de organismos internacionales, conferencias mundiales especializadas (Viena, 1978; Malta, 1987; Montreal y Viena, 1993; Geneva, 1994; Copenhage y Beijin, 1995; Durbam, 2001), y encuentros regionales de líderes políticos (en nuestro continente, las cumbres de Jefes de Estado, y los encuentros de Ministros de Educación). Estos compromisos de estados, ante la comunidad de las naciones, llevan consigo la obligación de avanzar hacia su cumplimiento.

Latinoamérica todavía demuestra serias deficiencias en el desarrollo de marcos institucionales y normativos que favorezcan la educación para la vida en democracia. Aun cuando en la sociedad contemporánea los centros educativos se han transformado en uno de los lugares más importantes para el desarrollo del ser humano moderno después del hogar, es posible identificar una serie de contradicciones en el sistema educacional que nos llevan a cuestionar el rol que está cumpliendo esta institución en el proceso de formación de las personas. “Muchas veces los colegios deforman a sus estudiantes, coartándoles su propio desarrollo por medio de la imposición de un currículo que ubica al estudiante generalmente en una posición de dominado, alienándolo y transformándolo en el depositario de una sociedad que busca en forma ‘racional’ aumentar el nivel de eficiencia económica del sistema (Magendzo 1996)”.

Educar es formar para la ciudadanía, en el concepto de que ser ciudadano es saberse parte de una comunidad, una cuyo eje de prevalencia es la libertad, la tolerancia, la supremacía de los tratados de derechos humanos, la no violencia y el respeto a los demás.

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