América Latina y los funerales de la Reina

EDITORIAL Editorial Correo del Sur 15/09/2022
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Finalmente se desarrollan en Inglaterra los funerales de la reina Isabel II cuyo féretro fue sacado este miércoles del Palacio de Buckingham, tras pasar allí la noche, para ser llevado en procesión hasta Westminster, donde permanecerá cinco días en una capilla ardiente para que los británicos puedan despedirse de su difunta monarca.

Para América Latina, la figura de la Reina fallecida resulta algo lejana, pese a su notable influencia mundial en los últimos 70 años. Probablemente se deba a su escasa relación con los países, principalmente, sudamericanos.

“El Gobierno inglés desea vuestra felicidad de todo corazón y se halla interesado en la prosperidad de todos los habitantes. Vienen los ingleses, no como conquistadores, sino como defensores. Quieren emanciparos de la servidumbre, y entregaros vuestra justa libertad”. Estas líneas no son el saludo que autoridad inglesa alguna haya hecho para los habitantes de esta parte del país. Son tres párrafos extraídos de la primera página del primer número de The Southern Star o La Estrella del Sur, el periódico bilingüe que circuló en 1807 en Montevideo y Buenos Aires con el claro propósito de justificar las invasiones inglesas a esas dos ciudades.

Se trata de un episodio poco conocido de nuestra historia: por un muy corto tiempo Buenos Aires, a la sazón capital del Virreinato del Río de la Plata, fue invadida y formó parte del imperio británico con el nombre de Nueva Arcadia. ¿Qué hubiera pasado si la invasión se consolidaba y, finalmente, Inglaterra cumplía su propósito de ocupar todo el virreinato con el fin de tener control de los yacimientos de plata de Potosí? Pues que tal vez, y en un exceso de imaginación, en este momento estaríamos lamentando la muerte de nuestra soberana.

Pero, pese al libro de Rosendo Fraga, las especulaciones sobre la historia son simplemente eso. El “qué hubiera pasado si…” no es más que la frase ritual para echar a volar la imaginación sobre cómo cambiarían los hechos si se modificaran algunas de sus circunstancias. Sirve, claro está, para entender que, sin importar las distancias, u océanos, que separen a los pueblos, al final, todos estamos vinculados de alguna manera.

Isabel II del Reino Unido visitó Sudamérica en noviembre de 1968, pero solo estuvo en Brasil y Chile. En el caso del primer país, llegó a la capital constitucional, Brasilia, donde se reunió con el entonces presidente Artur Da Costa e Silva. En Chile, en cambio, estuvo toda una semana y no solo en Santiago, sino también en Valparaíso y Pucón. Fue todo un triunfo diplomático para el gobierno de Eduardo Frei Montalva.

A Bolivia jamás llegó, porque no tuvo motivo para hacerlo y a ningún presidente se le ocurrió invitarla en sus 70 años y 214 días de reinado. Es probable que creyeran que no existen vínculos entre nuestro país y el Reino Unido, lo cual es falso y se puede verificar revisando la historia, como la Guerra de la Independencia, en la que oficiales británicos combatieron contra los españoles.

Pero el peso histórico de Isabel II no está en los vínculos históricos con Gran Bretaña sino en las lecciones que deja. Una de las características de su reinado, como el de sus predecesores, fue el anacronismo; es decir, esa tendencia a mantener cierto estado de cosas como si fueran de un periodo de tiempo anterior al nuestro. Fue esa faceta la que provocó grandes crisis en el Reino Unido, como la abdicación de Eduardo VIII para poder casarse con la artista Wallis Simpson a la que, en el momento en que eso ocurrió, se consideraba una plebeya, indigna de ser reina de Inglaterra. Fue precisamente ese hecho el que motivó el ascenso al trono de Jorge VI, padre de Isabel II.

El anacronismo, que muchos preferirían llamar conservadurismo, fue un rasgo distintivo del más largo reinado de Gran Bretaña, el de Isabel II, pero ahora, con la distancia que pusieron los años, es mencionado como una virtud de la Reina. Se dice que la ayudó a enfrentar las crisis que aquejaron a su país en siete décadas.

Es que el mundo ha cambiado y, en medio de gobiernos caóticos y sin rumbo, el conservadurismo de Isabel II se pinta ahora como una eficaz política de Estado.

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