Las independencias de Chile

EDITORIAL Editorial Correo del Sur 18/09/2022
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Este domingo es el aniversario cívico de Chile. No decimos que nuestro peculiar vecino “recuerda su independencia” debido a que una simple revisión de su historia permite evidenciar que ese país tiene un proceso histórico en el que expresó, o declaró, varias veces su posición independentista.

El primero en notar esa vocación fue el invasor español que tenía claro que Chile o el Chiloé no formaban parte del Tawantinsuyo o imperio inca. Por ello, se organizó varias expediciones con la intención de conquistar esas tierras a las que se suponía dominadas por los araucanos. Una de esas incursiones fue la de Pedro Valdivia que, en una primera ironía de la historia, fue reforzada por los indios charcas, que vivían en lo que hoy son parte de Chuquisaca, Potosí y Cochabamba, y eran gobernados por el cacique Coisara. Este hecho histórico permite afirmar que, técnicamente, Chile fue invadido primero por nativos de lo que después sería Bolivia.

Una vez sometidas esas tierras, se constituyó la Capitanía General de Chile; es decir, una división que primero fue militar, luego administrativa y, finalmente, se consolidó como política. En lo jurisdiccional, dependía del Virreinato del Perú, pero, fundamentalmente por la distancia con Lima, funcionaba prácticamente de manera autónoma…  independiente.

Cuando el rey de España Fernando VII fue tomado prisionero por los franceses, ese fue el gran pretexto que utilizaron casi todas las colonias españolas para declarar roto su vínculo con la corona de Madrid. El argumento es que el contrato social que obligaba a las colonias era con el rey de España, no con el de Francia, así que muchas de estas proclamaron su independencia. La Capitanía General de Chile lo hizo un día como hoy, 18 de septiembre, pero de 1810, cuando declaró una de sus independencias y constituyó una Junta de Gobierno presidida por Mateo de Toro y Zambrana.

Como se ve, su proceso independentista fue largo y complejo y, aunque en sus primeros años como nación libre y soberana debió enfrentar el caos y desgobierno, finalmente se consolidó como país y, consciente de sus limitaciones geográficas, desarrolló un expansionismo que le permitió crecer, hasta convertirse en el país que es hoy. Como nos consta a los bolivianos, ese crecimiento se logró mediante la geofagia.   

El 21 de noviembre de 2021, la coalición izquierdista Apruebo Dignidad, cuyo candidato elegido en primarias era Gabriel Boric Font, llegó al segundo lugar en las elecciones presidenciales chilenas y se habilitó para una segunda vuelta que ganó con el 55,87 por ciento. Era un hito en la historia de un país que en las últimas décadas se había manifestado conservador. Era una manera del electorado de expresar su descontento con los políticos tradicionales, casi un grito de independencia en lo ideológico.

Apenas oficializados los resultados, Boric expresó su voluntad de transformar Chile mediante una reforma constitucional completa; es decir, redactando una nueva constitución en una Asamblea Constituyente y luego aprobándola en referendo. Es probable que su propuesta hubiera tenido éxito, pero no tomó en cuenta dos detalles: primero, que la Constitución chilena ya había sido modificada parcialmente en el pasado, al punto que casi no quedaba nada del régimen pinochetista y, segundo, que en su redacción fueron incorporados elementos ajenos, fuertemente influenciados por el denominado socialismo del siglo XXI y hasta con el “aporte” de gente boliviana como Álvaro García Linera.

El referendo constitucional fue el 4 de septiembre recién pasado y los resultados fueron contundentes: El NO se impuso con el 61,87 por ciento. La gran mayoría del electorado rechazó la propuesta socialista y, así, Chile expresó nuevamente su vocación independentista.

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