No, no me sorprende la elección del Defensor del Pueblo en la Asamblea Legislativa, gracias a la ausencia de varios opositores.
Por los datos que aparecen en diferentes medios de comunicación, 32 opositores pidieron licencia: 19 de Comunidad Ciudadana y 13 de Creemos, 16 de ellos para asistir al aniversario de Santa Cruz, otros por baja médica y, finalmente, varios para asistir a diferentes actividades, ninguna de ellas más importante que estar en su curul.
Desgraciadamente se tuvo que llegar a este extremo para reafirmar un mayoritario criterio ciudadano: que oposición política no existe, que los diputados y senadores opositores son una cuerda de ineptos, se dedican a viajar con recursos del Estado con pretextos banales, a asistir a cocteles en embajadas o donde haya algún evento social, muchos muestran sus aptitudes de bailarines en entradas folclóricas porque eso les da popularidad, activan fundaciones como un medio de recaudar recursos para cuando dejen su representación, de tanto en tanto presentan acciones constitucionales ilusionando a ingenuos ciudadanos de que con ello se rectificarán los abusos de poder, anuncian con alaraca mediática pedidos de informes de temas que ni entienden ni les interesa, otorgan medallas y reconocimientos, difícilmente plantean temas de significación política, se victimizan cuando sus votantes les piden cuentas, muchos son impuntuales, dormilones e insensibles de los dramas cotidianos.
No obedecen a estructura alguna ni articulan propuestas de interés de los ciudadanos, son independientes, pueden hacer lo que les venga en gana.
Así, son presa fácil de las maniobras de la mayoría.
En la confrontación política es admisible la maniobra, es una forma de enfrentar al adversario a través del engaño y la astucia, o, como indican algunos autores, “maniobrar es realizar movimientos acertados para crear una situación favorable”.
Eso es lo que pasó en la Asamblea Legislativa, la bancada del MAS hizo una maniobra aprovechando del espíritu festivo e irresponsable de sus colegas opositores. No es la primera vez pues en otros momentos aprobaron temas importantes en su ausencia, porque parlamentarios no oficialistas se durmieron y llegaron tarde a sus sesiones.
El MAS, con su maniobra, ha logrado una elección legal que en otras circunstancias hubiera sido imposible.
Los furibundos críticos del accionar de la bancada oficialista, con ataques moralistas a la maniobra, miran una sola parte de lo sucedido e ignoran a la otra. Con ello eximen de responsabilidades a los diputados y senadores faltones, la impunidad tan común en los actos delictivos cometidos por las autoridades estatales, les ha llegado también a ellos. Se podría argüir que no es lo mismo cometer delitos que traicionar el mandato ciudadano. Tienen razón, pero que en uno y otro caso las cosas no pueden quedar así, es una exigencia.
Pedirles su renuncia es apenas un deseo que provocaría sonoras carcajadas de los irresponsables que antes de abandonar las mieles de su función preferirán el escarnio público.
Promover la revocatoria de su mandato es una tarea tan complicada y costosa que su incorporación en el texto constitucional es puramente formal. Sectores de la sociedad civil no cuentan con recursos económicos para tal fin.
Exigir a sus organizaciones que los procesen internamente por no cumplir con sus funciones y se los sancione como corresponde es imposible porque son agrupaciones de amigos o roscas de intereses que no tienen la mínima idea del ejercicio político y sus consecuencias.
En estas condiciones el MAS hace lo que quiere, no hay quién se confronte con ellos, se mueven con comodidad, se dan el lujo de activar luchas internas entre sus fracciones ante la mirada boba de sus dizque contendientes. No tener dos tercios en la Asamblea es intrascendente, cuentan con la complicidad de sus colegas pachangueros.
No, así no podemos seguir, la sociedad civil algo tendrá que hacer.