La disputa en torno a la fecha de ejecución del censo nacional de población y vivienda se ha convertido en un enfrentamiento religioso entre algunas fuerzas departamentales que exigen su ejecución el próximo año y el gobierno, que quiere hacerlo el siguiente. Las partes ya no escuchan razones. De esta manera, lo más probable es que el censo se realice en 2024, pero que sus resultados sean ampliamente rechazados.
El resultado principal que se espera del censo es el tamaño y distribución de la población en el espacio, es decir, cuántos somos y dónde vivimos regularmente. Un censo arroja también muchísima información valiosa sobre la estructura de edades y sexos, los idiomas, la educación, la fecundidad, el acceso a servicios, la migraciones y muchas otras variables. La información generada por los censos se usa principalmente en la asignación de recursos fiscales, en la asignación de escaños para los representantes nacionales y en la apreciación del progreso de las políticas públicas, incluyendo el monitoreo de los grandes compromisos internacionales que ha contraído un país.
Pero, obviamente, recoger esa información requiere una gran preparación. Ésta incluye una adecuada base cartográfica, una prueba de la boleta a emplear, una decisión sobre el uso de dispositivos electrónicos portátiles, previsiones para la validación de datos y su transmisión al centro o centros de procesamiento, planes de análisis para la producción ordenada de información. Y desde luego, la disposición de infraestructuras, equipos, y personal entrenado. La experiencia del censo de población de 2012 y del censo agropecuario de 2013 demuestran que si no hay la suficiente preparación, el fracaso está garantizado.
Entonces ¿debe el país precipitarse para hacer un censo cuanto antes, arriesgando la calidad de los resultados y toda la cuantiosa inversión necesaria, o debe postergar este operativo hasta cuando tenga todo afinado, aun cuando ya haya pasado el momento en que se debía usar su producto más valioso? Si se plantea así las cosas, cara o cruz, blanco o negro, tu posición o la mía, se tiene por lo menos 50% de probabilidades de fracaso, un porcentaje demasiado elevado para cualquier decisión de política pública.
Si los contendores fueran capaces de darse una pausa e investigar un poco, se habrían enterado de que existe un procedimiento intermedio que, sin ser un censo, arrojaría toda la información que se necesita y contribuiría a preparar un censo en regla. Ese procedimiento se llama “conteo intercensal de población y vivienda” y está perfectamente descrito en los manuales especializados de Naciones Unidas.
Un conteo intercensal cumple con todas las exigencias metodológicas de los censos, pero es más fácil, más rápido y más barato.
El conteo intercensal utiliza la base cartográfica del anterior censo, pero la actualiza. Divide el territorio del país en distritos y segmentos censales como cualquier otro censo. Su simplicidad radica en que emplea una boleta muy sencilla, que apenas contiene las siguientes variables: lugar, tipo de hogar (familiar o colectivo), relación de parentesco, sexo, edad, lugar de nacimiento, lugar de residencia habitual y residencia hace cinco años.
Éstas preguntas son suficientes para saber cuántos somos, cuál es nuestro sexo, donde estamos, qué edades tenemos, donde hemos nacido y hacia donde hemos migrado. Sobra información para la asignación de recursos fiscales, curules y escaños.
El conteo intercensal puede hacerse con boletas manuales o con dispositivos electrónicos, o con ambos. Una buena asignación de los dispositivos electrónicos en el territorio contribuirá al procesamiento más rápido de los datos
No está demás decir que los resultados de los conteos intercensales ayudan enormemente a completar series estadísticas y a hacer más confiables las predicciones.
Varios países han usado ya, exitosamente, los conteos intercensales, entre ellos: República Dominicana, Argentina (2007), Uruguay (2004), Perú (2005), Brasil (2007), México (1995 y 2005). Su experiencia ha sido escrita y puede ser aprovechada.
Si hay voluntad, claro.