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Las razones del Ministro no son suficientes para postergar el Censo

Gonzalo Flores 07/11/2022
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El Ministro de Planificación ha afirmado que no se puede realizar el Censo en 2023 y que habría que postergarlo a 2024 por razones extremadamente infundadas. Está completamente equivocado o ha faltado a la verdad por conveniencia. Refuto sus supuestas razones:

Primera: dijo que “un censo en 2023 causaría daño a la calidad de la actualización cartográfica estadística”. Eso no es verdad. La cartografía censal no es nada más que mapas del país que siguen la división político-administrativa (país / departamento / provincia / municipio, etc. y que bajan hasta niveles más desagregados, como partes de un barrio, dos o tres manzanas o partes de una comunidad rural). Estos mapas son codificados de acuerdo a un sistema piramidal universal muy conocido (un dígito para el país, dos dígitos para el siguiente, tres para el tercero, etc.). El INE tiene codificado el país hace muchísimo tiempo, y también el TSE. La cartografía censal debe reflejar razonablemente los cambios en las viviendas, carreteras, rasgos naturales y culturales. Su propósito es delimitar segmentos censales, estimar el número de hogares y población que se encontrará en cada uno y por tanto distribuir racionalmente a los empadronadores en los segmentos y asignarles una carga de trabajo. El INE tiene que basarse en la cartografía existente y asumir que en las ciudades y centros poblados las áreas construidas no han disminuido. Solo hay que actualizar las nuevas construcciones. Pero para ello no es necesario que miles de topógrafos recorran las ciudades armados de teodolitos y cintas métricas. Es perfectamente posible usar imágenes satelitales y aerofotos a partir de las cuales se puede confirmar o modificar los límites de los segmentos censales, contar el número de viviendas y asignar las cargas de trabajo. Si no saben dónde conseguir esas imágenes llamen a sus nietos, que se lo explicarán con detalle.

En las áreas rurales el asunto es aún más fácil. En la mayoría de éstas ha habido pérdida de población. Ahí no hay que actualizar nada. En las que la población ha aumentado, sí, pero otra vez la imaginería satelital vendrá en auxilio del Ministro. El uso de sistemas de información geográfica (SIGs) facilitará enormemente el trabajo. Y no me digan que las montañas, los grandes ríos y lagos, las sabanas y las grandes serranías han cambiado de lugar.

En la actualización cartográfica se suele incluir un conteo rápido de los hogares o los individuos para tener un parámetro para calcular la calidad de los datos censales. Eso está muy bien, pero esa previsión no se debe exagerar hasta el punto de querer hacer un censo antes del Censo.

Lo esencial a retener es que se necesita una cartografía útil, no una cartografía perfecta. El gobierno no puede intentar hacer maravillas después de haber holgazaneado durante diez años. Tiene que aceptar que debe ir por la vía práctica.

Segunda: “No se puede realizar el Censo en 2023 porque no se llegaría a todos los hogares, a todas las familias, comunidades, pueblos indígenas”. Esto es falso. El trabajo cartográfico, bien hecho, facilitará la llegada a la enorme mayoría de habitantes; incluso mediocremente hecho, será una poderosa guía. Y una cosa más: casi ningún censo llega a todos los hogares. En los pocos días que dura un censo (normalmente uno en áreas urbanas y hasta tres en rurales), siempre se omite hogares, algunas zonas de pronto se hacen inaccesibles, algunos empadronadores no acuden a su trabajo, etc. Por ese motivo siempre se calcula las cotas de error en cada censo.

Tercera: “Un censo en 2023 desorganizaría el proceso censal”. Esta es una contradictio in adjecto, un oxímoron.  Un censo es el resultado de un proceso censal, que normalmente, debe ser ordenado. Un círculo no tiene vértices, ni los triángulos tienen curvas. Otra cosa es que el gobierno haya decidido retrasar irresponsablemente los preparativos censales para después anunciar que es inevitable postergarlo.

Cuarta: “Un censo en 2023 perjudicaría la calidad de los datos”. Tampoco es verdad. La gente sabe cómo se llama, cuándo nació, dónde vivía hace cinco años, si su vivienda tiene conexión de agua y qué clase de energía usa.  Por definición, los censos hacen preguntas sencillas, que el empadronador mismo puede verificar. No es tan difícil mirar si el piso de una vivienda es de tierra, cemento o madera, o contar el número de ocupantes. Por consiguiente, el año de ejecución de un censo no tiene gran impacto en la calidad de los datos.

Quinta: “Un censo en 2023 postergaría la etapa post censal”. La etapa post censal empieza al día siguiente de haber finalizado el censo. Por consiguiente, un censo realizado, a modo de ejemplo, el 31 de noviembre de 2023 permitiría que la etapa post censal empiece el 1º de diciembre del mismo año, mientras que si se hace el 31 de noviembre de 2024, como parece querer el Ministro, el proceso postcensal empezaría recién el 1º de diciembre de 2024. Postergar el Censo posterga todo. Bárbaro. Se pegó un tiro en el pie, señor Ministro.

Sexta: “Un censo en 2023 generaría una metodología imprecisa”. Igualmente, falso, y en este caso, ignorante. Los censos no generan una metodología; hay unas metodologías para producir censos. Y esas metodologías no son procedimientos esotéricos, conocidos solo por iniciados que han aprobados oscuros ritos de iniciación. Están perfectamente descritas en los manuales de Naciones Unidas, con un nivel de detalle que aburre. El Censo de población que Bolivia debe hacer en 2023 no tiene ni un milímetro, ni un gramo, ni una letra de novedoso que requiera una metodología enteramente nueva.

Séptima. Voy en auxilio del Ministro. Se le olvidó decir que la recolección de los datos y su transferencia a una plataforma digital son un problema, así como su procesamiento. Esa omisión indica cuán poco informado está sobre lo que es un censo contemporáneo. La toma de datos puede resolverse mediante las maravillosas aplicaciones digitales, ejecutables desde teléfonos celulares basados en IOS o Android.  No necesitamos comprar tablets que solo servirán para este censo y serán obsoletas dentro de diez años. Los datos se recogerán en los celulares y se enviarán desde ellos a los centros de cómputo. Y, a continuación, pueden ser procesados por los múltiples programas o aplicaciones elaborados especialmente para eso. Se necesita un plan de cómputo y análisis de los datos, es verdad, y hay que prepararlo. Pero ese plan debe tener como primer punto el cómputo de cuántos somos, dónde estamos y en qué tramos de edad,  eso es lo que  interesa.

En resumen: no hay razones técnicas para postergar el Censo. Los censos se han hecho desde tiempos inmemoriales: en Egipto, en Babilonia, en el mundo romano, en los reinos europeos y en la sociedad inca; en tiempos de paz y hasta en tiempos de conflicto. En todos esos lugares, los problemas se resolvieron no con tecnocracia, sino con voluntad de resolverlos. Porque eso es lo que le falta al gobierno: ganas de hacer las cosas.

* Plataforma Una Nueva Oportunidad, que fomenta el debate plural y no necesariamente comparte los puntos de vista del autor.

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