Todo se derrumba, el centro no se puede sostener (William Butler Yates)
Parece bastante lógico el debate sobre que el número de habitantes de un departamento lleva a la cuestión de la democracia local. Ha notado el historiador Kirkpatrick Sale que el mismo asunto es la más popular tendencia social en el mundo hoy.
Estamos conscientes de los movimientos de descolonización que siguieran la Segunda Guerra Mundial tras lo cual, entre 1945 y 1960, casi 40 nuevas naciones en África y Asia lograron autonomía o independencia de sus gobernantes europeos. El mismo instinto continúa hoy en día: en 1945, 750 millones de personas vivieron bajo poderes colonizadores; hoy hay solo 17 Territorios No-Auto-Determinantes con menos de dos millones. Sabemos de movimientos en Escocia, Irlanda del norte, Cataluña y naciones de indígenas en todas partes. Pero existen en cada continente, desde África hasta Australia. Además, movimientos sociales como el bioregionalismo o la seguridad alimentaria existen en todas partes, desde las políticas de la ONU hasta el huerto urbano de una familia.
Como nos recuerda el alcalde de La Paz, Iván Arias, el tema de la autodeterminación versus el control centralizado ha llegado a su momento para consideración –aun en la forma suave que se propone en Santa Cruz de la Sierra; federalismo no es un rechazo a tener un gobierno en La Paz.
No obstante, según Arias, el país no está lo suficiente “maduro” como para tener éxito en conseguir eso. Sí, por la cultura en la que destacan el pensamiento blanco-negro y la confrontación y la violencia, sin una comprensión del proceso de mediación racional.
En las páginas de opinión de periódicos aparece una gran cantidad de críticos llenos de exasperación sobre la forma boliviana de pensar y actuar, pero en realidad nadie ha ideado una manera para introducir otro modo.
Entonces, hablemos de cualidades humanas que fueron establecidas durante la evolución de la especie, que son arquetipos: un hambre por autodeterminación nunca, en dos millones de años, se ha quebrantado. En las cenizas en Austria, después de la Segunda Guerra Mundial, el politólogo/filósofo Leopold Kohr levantó la conversación contra el “culto a la Unterwaldengrandeza” de estados-naciones modernos en “The Breakdown of Nations” (La descomposición de naciones), y su estudiante economista británico E.F. Schumacher popularizó tal concepto con el dicho “Lo pequeño es hermoso”. Según los dos, la gente que vive en una comunidad de menos población es más feliz, más pacífica, más creativa y más próspera. Tal tendencia ha residido en nuestra sangre desde los días en la pampa africana, y el resultado es que, cuando hay abuso e injusticia, los humanos anhelan y exigen liberación y rectitud.
Por supuesto, Suiza es un modelo de un país con identidad integral y, al mismo tiempo, gobernabilidad local por 26 cantones como Luzern, Uri y Basel-Stadt, que son dirigidos por unos 2.300 comunes; el estado, cada cantón y cada común tiene el derecho de hacer leyes y ejecutarlas, mientras solo el Gobierno central y los cantones pueden juzgar.
Durante esta discusión, cuyo momento ha llegado, recordemos que un criticismo apto de la globalización capitalista es que cada recurso, cada artefacto y cada aspecto de la vida va a volverse un precio. “¿Cuánto cuesta?”, “¿cuánto has pagado?”, “¡podemos hacer plata si sacamos los minerales de las cumbres de montañas simplemente por cortar sus cimas!”, “podemos enriquecernos por vender el aire de las sierras”.
Sí, la economía es una prioridad esencial. Pero un vuelo alejado de la Unterwaldengrandeza, con una correspondiente transferencia de poderes centralistas hasta las regiones, debe ser dirigido respetando las disposiciones que fluyen por nuestra sangre, como veneración a la Pachamama que nos da la vida, igualdad entre todos los tipos, colores, edades, preferencias y orientaciones de las personas, y con un orgullo compartido tan animado que podemos abandonar esta noción falsa del individuo y recordar nuestras raíces en comunidad. Además, con una educación profunda en el arte de comunicar sin mentiras o ataques. Y con las gratificaciones de escuchar, comprender y participar libremente en las decisiones que afectarán a todos.
¿Es Bolivia demasiado cínica para atreverse a tal propósito? Como escribió el poeta W.B. Yates, “en sueños empieza la responsabilidad”.
* Chellis Glendinning, Ph.D, es psicóloga, escritora y ciudadana de Bolivia.