Ley del Censo: La primacía del cálculo político

EDITORIAL Editorial Correo del Sur 24/11/2022
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No es, en realidad, una novedad mayúscula para Bolivia. En la crisis en curso, con epicentro en Santa Cruz de la Sierra, está primando el cálculo interesado de los actores principales de esta nueva historia de uso y abuso de la ciudadanía con fines políticos.

El problema no se reduce al accionar negligente de un bando o del otro; no es tan simple como parece. Hay, evidentemente, una responsabilidad compartida, pero hace mucho que la conflictividad imperante en Bolivia ha trascendido el análisis simplista de repartición de culpas entre oficialistas y opositores. Aquí hay un modus operandi.

Para decirlo en pocas palabras, las partes interesadas en ostentar el poder, aun siendo gobierno o estando en el partido al mando del país (que, aunque suene increíble después de la impresionante legitimidad alcanzada por Luis Arce en las últimas elecciones generales, hoy en día no son lo mismo), se aplican al máximo, constantemente, para llevar agua a su molino en cuanta oportunidad de conflicto se presente.

Por lo general, hablan en nombre de un “pueblo”. Pero ese pueblo no es el que está en el imaginario colectivo, sino solo sirve como pretexto demagógico para que el actuar de ciertos políticos —indistintamente de la sigla partidaria a la que pertenezcan— gocen de una pretendida legitimidad. Como si “pueblo” fuera la palabra mágica que abre todos los cofres (o las cajas fuertes proveedoras de recursos públicos, sin lugar a dudas, la mayor ambición de los politiqueros al uso).

Lo que vino ocurriendo en Santa Cruz los últimos 24 días, con el paro cívico indefinido, ha dividido las aguas entre quienes apoyaron la medida en forma numerosa —algo que se vio claramente reflejado en sendos cabildos al pie del Cristo Redentor—, porque consideran que los gobiernos del Movimiento Al Socialismo (MAS) vinieron abusando de su región, y quienes la rechazaron por sentirla parte de una tramoya de élites cruceñas.

En las últimas horas, mucha gente que hasta este momento se mantuvo serena y distante de las pasiones propias de las redes sociales, se manifestó a favor del levantamiento del prolongado paro al señalar que esta forma de protesta había perdido el norte con el paso de los días. Y es probable que haya algo de razón en ese criterio, pero también que el mismo gobierno haya apostado a tal desgaste postergando el tratamiento de la ley del Censo en la Cámara de Diputados.

Ahora sabemos que la búsqueda de consenso para aprobar un proyecto entre las tres bancadas con representación parlamentaria tendrá su continuidad esta tarde, en una sesión plenaria y eso, de algún modo, trae tranquilidad al país, después de jornadas de intolerancia y enfrentamientos entre vecinos en Santa Cruz. De todos modos, las posiciones, aunque con la flexibilidad demostrada en las últimas horas por el Comité Interinstitucional respecto a la fecha del Censo, se mantenían irreconciliables en relación a cuestiones de fondo. Tal cual ha venido ocurriendo en los últimos años.

Así que no se descarta que la sesión de este jueves sea tensa, ni tampoco los episodios bochornosos que ya han venido protagonizando algunos legisladores. Ojalá no ocurra y la cita en la Cámara Baja se desarrolle en calma, al menos relativa, y que en ella prime la cordura y el respeto entre pares.

La ley del Censo no puede convertirse en un trofeo político, como algunos dirigentes partidarios pretenden. El sacrificio del verdadero pueblo, del que una buena parte se privó de llevar el sustento diario a sus hogares durante más de un mes de paro, es completamente injusto en ese contexto Unos están esperando que se promulgue la ley para decir que el paro valió la pena; otros, que no se promulgue para ganar la batalla interna contra los que antes eran sus “hermanos” de partido. A ese punto de mezquindad hemos llegado hasta hoy en esta disputa absurda.

El horizonte es claro: las elecciones generales de 2025. Todos —unos más, otros menos— ambicionan salir lo mejor parados de esta crisis para posicionarse como candidatos en procura del poder. Y la población acaba siendo rehén de bandos confrontados, de la tiranía de la polarización.

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